martes, 17 de diciembre de 2013

7 horas: 22 minutos


 
Dejamos momentáneamente El Calafate para recalar en la capital nacional argentina del trekking, El Chaltén, un pueblo creado en 1985, y por lo tanto muy joven, para poblar la zona con ciertas disputas con Chile. Lo de siempre, vamos, poner mi banderita por ahí. Actualmente la población es de unas 1200 personas fijas, más todo el gentío que se acerca para nadar, escalar o dar vueltas por la zona. En nuestro caso la intención era hacer senderismo, o sea caminar, (trekking si eres anglosajón o cool), lo que a fe hicimos. Pero para ponernos en situación, tomamos un bus en El Calafate por 200 pesos (más 5 de uso de terminal, manos arriba), que las 3 horas y algo, incluyendo la charla de un guardia del parque explicando lo que se puede o no y lo que se debe o no hacer mientras se está en la montaña.



El primer día no había mucho que hacer, así que nos acercamos al Chorrillo del Salto, un chorro en todo regla a pesar del nombre, y al que se llega fácil en una caminata de unos cuarenta minutos en los que se puede empezar a intuir la belleza de los paisajes de esta tierra aún cuidada pero explotada de manera masiva y, personalmente, creo que inadecuada por la cantidad de gente, y los modales de algunos. Quizás los que menos, pero igualmente provocan problemas al medio ambiente. Digamos que es lo que pasa cuando se pone algo de moda, incluso entre gente que en su vida ha andado ni para comprar el periódico (cuando se compraba en quioscos, claro).






Pero lo fuerte estaba por llegar, y era el día siguiente, intentar recorrer la distancia de El Chaltén a Laguna de los tres, con un principio potente, un camino medio más ligero y un desnivel de 700 final espectacularmente duro. Los tres empezamos al mismo tiempo pero acabamos separados pronto. Por mi parte, poco acostumbrado a las caminatas montañeras, me costó aclimatarme a las condiciones adversas, sobre todo a las subidas que pusieron a prueba mi resistencia física, aunque debo decir que al cumplir más o menos la media entre subida y bajada estoy bastante orgulloso de mi resistencia a pesar de mi inactividad. Al final eso sí, debido al fortísimo viento opté por no subir a la cima y perderme la maravillosa vista por una cuestión de seguridad, y es que la gente que subía advertía del peligro, lo que impele a quejarme por la pasividad del gobierno dejando a cualquier persona subir alegremente sin avisarle, y tan solo un cartel de peligro justo antes de la última y mortal subida. Insuficiente a todas luces. En cuanto al paisaje es fascinante, recordándome en todo momento a las localizaciones neozelandesas de El Señor de los Anillos, y que son sin duda de lo mejor de Argentina. Mención aparte merece el impresionante Monte Fitz Roy, sin duda una maravilla de la naturaleza.






La bajada, por contra, la hice de un tirón y pese a quedarme sin rodillas no me sentí tan destrozado como pensaba. Tras una ducha relajante tocaba cenar algo y a descansar. El día después tocaba volver a El Calafate, después de comprar el billete de vuelta (170 pesos+5 de uso de terminal otra vez), y tocar un empleado de Taqsa Marga, que soltó lindezas como que los catalanes le molestan solo por existir o decir a la cola que quería comprar su billete que no le hincharan las pelotas porque necesitaba su mate (adicto claro está). Pero bueno, la empresa tiene en su poder mi queja que se verá refrendada por la queja a los organismo oficiales correspondientes. Un ser despreciable y penoso. Que lástima.

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