Nota: La entrada sobre Buenos Aires, anterior cronológicamente a esta la publicaré más adelante, debido al paréntesis que tuve que tomar durante el viaje para asistir al Festival Internacional de Mar del Plata, y la dificultad para encontrar tiempo (y una conexión en condiciones). A partir de ahora en principio no habrá este tipo de paréntesis, en teoría en unos meses.
Tocaba dejar atrás Argentina, aunque tan solo por unos días antes de emprender viaje a la Patagonia. El destino era Uruguay, país que debió llegar antes en la ruta, pero un pequeño error de cálculo provocó que se demorara mi llegada hasta ahora. Si al llegar a Buenos Aires la tónica general era calor, a lo largo de los días, sobre todo los dos días antes de ir hacia Mar del Plata empezó a llegar el frío, siendo allí donde solo pude disfrutar de un par de días más o menos calurosos. Con esos antecedentes quedaba claro que en Uruguay iba a encontrarme mal tiempo sí o sí. Y así fue durante el movido trayecto en el ferry que cubría la distancia entre Buenos Aires y Colonia del Sacramento, el primer destino uruguayo que visitaría. El movimiento del barco fue casi continuo debido al bravo mar y en un tramo pegó unos fuertes bandazos que tiraron al suelo dos veces a una empleada del Duty Free y a varios artículos. De todas maneras, durando el viaje tan solo una hora no fue para tanto, y bastante divertido.
El problema fue una vez llegado a Colonia, una lluvia constante, fina pero molesta que empapaba y la mala suerte de que las indicaciones del hostel eran erróneas puesto que la calle que teníamos que tomar había cambiado de nombre. Un pequeño fail para ellos por no actualizar esa información, y más aún bajo esas adversas condiciones meteorológicas. La llega fue simplemente para quedarse e ir a cenar algo a uno de los pocos sitios abiertos; un restaurante típico pero al menos para poder llevarse algo a la boca y esperar a que el día siguiente fuera mejor.
Y sí, a pesar de no salir el tiempo, parecía que el día siguiente era mejor, ya que al menos no llovía, y pudimos salir a hacer unas fotos hasta que volvió a llover y jorobo el día, ya corto puesto que el billete de bus a Montevideo estaba ya comprado. Posiblemente fue una pena no haber tenido más tiempo para Colonia y verla con el sol radiante, pero la cosa era así. Es cierto que Colonia es una población bastante pintoresca por sus colores y sus coches restaurados y con su punto bonito en ruinas y vistas, pero a mi, bien por el día tan malo que me tocó vivir con lluvia y viento, o por mi estado anímico no me pareció tan espectacular como se suele comentar. De todas formas aquí van varias fotos.
Pero como siempre y como en todo, se trata de simplemente una cuestión de perspectiva sobre cada momento y lugar vivido, que puede variar en función de tantas cosas que podría dar para escribir un libro (o varios) entero. Es pintoresco y sirve para despejarte tras el trasiego en una ciudad como Buenos Aires o el jolgorio festivalero en Mar del Plata, de eso da fe el rato que estuve sentado desde las rocas mirando el mar. Pero por mi parte, y reitero en la perspectiva, no hay más.
Los mejores momentos del día
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