jueves, 23 de abril de 2015

S-21, un viaje a la oscuridad

Durante la tan famosa Guerra de Vietnam que enfrentó a vietnamitas del norte contra sus compatriotas del sur y Estados Unidos, se tiende a obviar que la guerra tuvo consecuencias en otros dos países de Indochina, Laos y Camboya, que ostentan el título (sin quedar muy claro cual es el primero) de países más bombardeados de la historia. El caso de Camboya no hizo más que empeorar tras el fin de la guerra con la llegada al poder en 1975 de los Jemeres Rojos que hasta su caída cuatro años después dejaron uno de los mayores genocidios con cerca de dos millones de camboyanos asesinados.


 40 años después de aquello nos encontramos con una Phnom Penh [1], capital del Reino de Camboya, convertida en una capital bulliciosa, caótica, presa de un tráfico desbocado con situaciones tan dantescas como ver las motocicletas conduciendo por la acera ante los enormes embotellamientos. Asimismo el turista o viajero puede llegar a agotarse ante la cantidad de gente interesada en venderle u ofrecerle algo. Por todo esto, Phnom Penh puede convertirse en una ciudad muy pesada, no apta para todos los paladares, pero al mismo tiempo conserva un cierto encanto por su belleza, las vistas del río Mekong o la amabilidad de la población en general
En la ciudad se encuentra el Museo de los crímenes genocidas Tuol Sleng, ubicado en la antigua prisión secreta S-21 [2]. Llegar allí no es complicado si uno tiene bastante tiempo, pero si no es así la mejor opción es tomar un tuk tuk previo regateo, desde luego. El año pasado para entrar al museo era necesaria hacer una aportación “voluntaria” de unos dos dólares estadounidenses [3], aunque por las noticias de poco después de mi visita esto se había regulado y fijado una tasa fija de 3 dólares por visitante extranjero, exceptuando a investigadores o estudiantes que disfrutan de entrada libre. De igual manera los nacionales camboyanos tienen la entrada libre al complejo.

Tuol Sleng, como testigo del mayor desastre sufrido por el país asiático, es conservado como fue encontrado durante la invasión vietnamita de la ciudad en 1979. Ya al entrar al complejo y encontrarse las tumbas de las catorce últimas víctimas asesinadas por los responsables de la prisión ante la inmediata caída de la ciudad, una sensación desoladora se apodera de uno, acrecentada al entrar al primer edificio y encontrarse las camas en las que los disidentes o “enemigos” del régimen recibían descargas eléctricas. Delante del segundo edificio el tenebroso reglamento da la bienvenida al visitante y nos prepara para ver las diminutas celdas de ladrillo construidas para una sola persona y en las que el prisionero estaba encadenado de manera que no pudiera nunca descansar. También podemos encontrar  fotos de las víctimas y los verdugos, mapas con los desplazamientos obligados, ropas, instrumentos de tortura o bustos de Pol Pot.


En el resto de edificios del museo hay más salas de torturas, instrumentos para ello como los submarinos, tanques de agua en los que se introducía a los prisioneros, una sala de vídeo, altares budistas y multitud de huesos y cráneos de la gente fallecida incluyendo un mapa de Camboya hecho con ellos. Un auténtico museo de los horrores que, bajo mi punto de vista, es imprescindible visitar para ver de lo que es capaz el ser humano con sus semejantes y para que no vuelva a pasar jamás.



Como apunte final, de los 17000 prisioneros del S-21 tan solo fueron encontrados con vida siete de ellos. En la actualidad solo quedan tres vivos, Chum Mey, Bou Meng y la única mujer entre los supervivientes, Chim Math.


[1] Nom Pen, según señala la “Ortografía de la lengua española, 2010, pág. 722”. He optado por dejarlo con el original Phnom Penh por mi costumbre personal y por ser la más reconocida a nivel general.

[2] Security Prison S-21 y anteriormente una de las escuelas más exclusivas de la ciudad, la Tuol Svay Pray High School.

[3] Pese a que el riel camboyano es la moneda oficial el dólar estadounidense es la moneda más manejada. Los cajeros automáticos los expenden, las tiendas tienen sus precios marcados en ellos y empresas pagan sus salarios en la moneda americana.