jueves, 24 de diciembre de 2015

Monkey Forest: el bosque de los monos de Bali


Cuando se habla de Bali es inevitable pensar en playas paradisíacas, surf y diversión sin límites. Sin duda esa es la principal atracción que hace que oleadas de turistas, tanto de países cercanos como Australia y Nueza Zelanda o de lugares lejanos como América o Europa, se adentren en la más visitada de las islas indonesias. Pero en Bali se pueden encontrar lugares tan o más interesantes que las playas o hacer otras cosas diferentes a tomar el sol, bañarse o surfear.

Dentro de esos lugares encontramos el Bosque de los monos de Ubud, situado en la localidad de Padangtegal, perteneciente a Ubud y que gestiona el complejo. Con el nombre oficial de Sacred Monkey Forest Sanctuary (Mandala Suci Wenara Wanaen en balinés) es una popular atracción turística con una estimación de visitantes superior a las 10000 personas cada mes. El complejo además de la atracción de poder ver a los primates en su hábitat natural dispone de tres templos hinduistas y de 115 especies de árboles identificadas, muchas de ellas sagradas y asociadas a diferentes prácticas hinduistas.


Los tres templos, aparentemente construidos alrededor del año 1350 son; el Gran templo de la muerte de Padangtegal (Pura Dalem Agung Padangtegal) o Templo principal, situado en la parte suroeste del parque y que rinde culto al díos Hyang Widhi en la personificación de Shiva; el Templo Beji (Pura Beji), lugar de purificación, al noroeste en el qué Hyang Widhi se personifica en la diosa Gangga; y el Templo Prajapati (Pura Prajapati) en el que los hindúes rinden culto a Hyang Widhi personificado en Prajapati. Un cementerio adyacente al templo es usado de forma temporal ya que las cremaciones en masa se celebran solamente una vez cada cinco años. No está permitido acceder a los turistas acceder a las zonas sagradas ya qué tan solo las personas que vayan a rezar y vistan apropiadamente son autorizadas.
Pero además de servir como atracción turística para los visitantes o como lugar de culto para los locales el bosque también sirve como un lugar de conservación e investigación por parte de varias instituciones nacionales e internacionales especialmente enfocadas en el comportamiento e interacción social de los primates en su entorno natural.


Sin lugar a dudas visitar este complejo es una visita casi obligada al visitar la isla ya que uno se encuentra una paz impensable sin apenas ruidos a diferencia de otros lugares de Bali con el ruido de los coches, las motos y la gente. Aquí en un lugar rodeado de una gran vegetación y una gran cantidad de monos de diferentes razas con los que se puede interactuar, siempre con cuidado dada la habilidad de estos animales en robar lo que lleve uno encima y procurando no molestarles, sobre todo por una cuestión de civismo.

jueves, 26 de noviembre de 2015

Macao: entre casinos y herencia portuguesa



Eclipsada en cierto sentido por su “hermana mayor” Hong Kong, Macao conserva una personalidad propia tanto arquitectónica como culturalmente, herencia de más de 400 años bajo administración portuguesa. Esta circunstancia convierte a la ciudad en el primer territorio chino en estar bajo dominio extranjero y el último en ser devuelto, en 1999.

En Macao cohabitan dos lenguas como oficiales; el chino [1] y el portugués, aunque la situación realmente es mucho más compleja que esto. Mientras casi el 95% de la población [2] habla chino [3] solo el 7% habla portugués [4] y unas 50 personas el criollo macanense. En los últimos años el inglés ha ganado mucha fuerza como segunda lengua y prácticamente todos los letreros y señales están también en esta lengua. También es notorio el aumento del mandarín, sobre todo en los casinos, habida cuenta de que muchos habitantes de la China continental se acercan a la región para probar suerte en el juego. Ya como anécdota personal al visitar la Universidad de Macao encontramos un bedel que no hablaba cantonés, portugués o inglés, tan solo mandarín, y con el que me pude comunicar gracias a que la persona con la que iba también hablaba el idioma.

 

Macao merece la pena sobre todo la pena por el contraste que supone con la vecina excolonia británica o con las ciudades continentales con las que linda y esa fusión entre Portugal y China que destila en sus calles antiguas es un soplo de aire fresco si se viene, por ejemplo, de la excolonia británica. A pesar de ser la región con mayor densidad de población del planeta parece mucho más tranquila e incluso limpia que Hong Kong. De todas maneras el trasiego diario y la llegada de nuevos habitantes pone contra las cuerdas a la pequeña ciudad, obligada a ganar terrenos al mar e incluso alquilar terrenos al continente.

Además de visitar el Centro histórico de Macao, Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde hace diez años, con las ruinas de la Catedral de San Pablo, la Fortaleza do Monte o el cementerio protestante entre otros monumentos también se puede hacer un hueco para comer los deliciosos pasteles de Belém, otra de las herencias portuguesas y perderse por sus pequeñas callejuelas más tranquilas y libres del agobio del centro. También es interesante acercarse a la Torre de Macao para tener una panorámica de toda la ciudad sobre todo de noche cuando las luces de los casinos la hacen brillar.


Huelga decir que visitar alguno de esos casinos es algo obligado para ver in situ la locomotora de la economía macaense. Además de pasar un rato divertido, pero controlando nuestro dinero, uno puede asistir a espectáculos dantescos como parejas peleándose y culpándose mutuamente tras perder todo su dinero o a muchachos siendo conducidos “amablemente” por varios empleados fuera del recinto tras quejarse con vehemencia de trampas al haberlo perdido todo también. Como añadido, en uno de los más famosos, el Venetian, se puede disfrutar a gondoleros cantando en chino por sus canales, admirar las más exclusivas tiendas de ropa o cenar en alguno de sus múltiples restaurantes, algunos de ellos asequibles a bolsillos menos pudientes.


Quizás, en cierta manera, elevar Macao a la categoría de lugar imprescindible de visitar podría parecer algo exagerado, sobre todo para nosotros tan cercanos a la arquitectura y cultura portuguesa, pero esa fusión de ambos mundos hace que la experiencia general sea más que positiva.

[1] De igual manera que en la vecina Hong Kong el cantonés es el idioma oficial chino de facto.

[2] De algo menos de 650.000 personas.

[3] En esta categoría se suele englobar a todos los idiomas chinos sean cantonés, mandarín,  hokkien u otros.

[4] Sobre todo el dialecto portugués de Macao.

jueves, 29 de octubre de 2015

Cuevas Batu, hinduismo fuera de la India

A 13 kilómetros al norte de Kuala Lumpur y ya en territorio del Estado de Selangor, concretamente en el distrito de Gombak, se encuentran las cuevas Batu, uno de los santuarios hinduistas más populares fuera de la India [1]. El santuario está dedicado a Murugan, dios hinduista de la guerra, comandante en jefe del ejército e hijo de las deidades Shiva y Parvati.


Adorado especialmente en el Estado indio de Tamil Nadu, Lord Murugan a veces es referido como el Dios de los Tamiles y la mayoría de sus múltiples nombres tienen sus orígenes en aquel territorio. El nombre de Murugan es el más común en Malasia ya que, como en las vecinas Singapur o Indonesia, la mayoría de inmigración india es de origen tamil [2].

Llegar al santuario es muy sencillo gracias al eficaz y fácil transporte urbano de Kuala Lumpur. Tan solo hay que ir hasta KL Sentral, que como su nombre indica es la estación principal de la capital malasia y tomar la Port Klang Line hasta la parada Batu Caves. Más sencillo no puede ser. El precio del billete es de 2 Ringgit malasios (aproximadamente 42 céntimos de euro) y el trayecto es de unos 25 minutos más o menos en un tren bastante moderno y cómodo.


 Al llegar a la parada y bajando por la parte derecha de la estación nos encontramos con una pequeña puerta de rejas abierta flanqueada por vendedores y vendedoras de origen indio que ofrecen regalos, comida, bebida y fruta. En algunos momentos ideal para combatir el calor y la humedad o como en mi última visita con lluvia poder comprar un paraguas si se considera necesario.
Con varios templos que pasaremos y a los que podremos acceder sin problema, pero eso sí descalzos y las mujeres cubriendo sus piernas, las dos principales atracciones son la cueva principal a la que se accede subiendo una empinada escalera de 272 escalones y en las que podremos admirar el templo principal, las rocas naturales y la fauna, comandada por los macacos a los que se puede dar pequeños plátanos comprados en la entrada pero de los que hay que desconfiar por su agresividad. También podemos encontrar murciélagos y palomas entre otros animales y como colofón al pie de la montaña la estatua de Lord Murugan más grande del mundo con 42,7 metros de altura.

 

Termino no sin antes dejar constancia de que la entrada al complejo es gratuita quedando a decisión propia de cada uno dejar algún donativo en los lugares indicados para ello.


[1] Conviene añadir además que el hinduismo en Malasia, país de mayoría musulmana, es practicado tan solo por alrededor del 6% de su población.

[2] De hecho el tamil es uno de los cuatro idiomas oficiales de la República de Singapur junto al inglés, chino mandarín y malayo.

jueves, 24 de septiembre de 2015

El Museo del ramen de Shin-Yokohama


En mi segunda visita a Japón el año pasado pude visitar uno de los parques temáticos más originales en lo que a comida se refiere del país asiático, el Museo del ramen de Shin-Yokohama [1]. Un lugar en el que cualquiera que lo visite puede, tanto conocer la historia de estos fideos instantáneos, como degustarlos en cualquiera de los múltiples restaurantes emplazados en el complejo inaugurado en 1994.

El museo se encuentra ubicado en el pequeño distrito de Shin-Yokohama, perteneciente al barrio Kōhoku-ku, uno de los 18 con los que cuenta Yokohama. La manera más fácil y rápida de llegar, como casi siempre en Japón, es el tren bajándose en la Shin-Yokohama Station [2], salida 8 y a cinco minutos tan solo nos encontramos en la puerta del museo. También como casi todo en el país nipón la señalización nos hará casi imposible perdernos, al menos en los lugares más turísticos.


La principal característica del museo es su ambientación, que retrotrae al Japón de 1958 [3], año en el que Momofoku Andō [4] inventó los modernos fideos instantáneos, siendo los primeros de ellos los Chikin Ramen [5], con sabor a pollo. La peculiar ambientación provoca una curiosa sensación que conmina al visitante foráneo a dejarse llevar y encontrarse por un momento en un pasado que solo ha podido ver, como mucho, en películas y seriales.

Entre los múltiples restaurantes que podemos encontrar, algunos de cadenas de comida muy populares en Japón, tendremos la suerte de probar, si así lo queremos, las diferentes variedades de ramen de todas las islas. No cabe duda de que si uno es amante de los fideos japoneses quedará saciado en un lugar que hay que visitar si se viaja al país nipón.


Como anécdota final, el creador de los ramen instantáneos, el ya citado Momofoku Andō, falleció en 2007 a dos meses de cumplir los 97 años. Él siempre afirmaba que el secreto de su larga vida fue jugar al golf y comer los fideos de pollo casi cada día. Así que ya sabéis ¡a comerlos ya!


Podéis encontrar más información sobre el museo en su página web, disponible en japonés, inglés, coreano, chino tradicional y simplificado, y tailandés: http://www.raumen.co.jp/english/

[1] En japonés: 新横浜ラーメン博物館 (Shin-Yokohama Rāmen Hakubutsukan).

[2] En japonés: 新横浜駅 (Shin-Yokohama-eki).

[3] Año 33 de la Era Shōwa.

[4] Nacido Go Pek-Hok (吳百福 en chino) en Taiwán cuando esta era colonia japonesa. Una vez terminada la Segunda Guerra Mundial se trasladó definitivamente a Japón adoptando el nombre Momofuku (la forma de leer su nombre en japonés) y el apellido Ando (安藤), uno de los más comunes japoneses.

[5] En japonés: チキンラーメン’.

jueves, 23 de julio de 2015

Cambios y contrastes en Rangún



La turbulenta historia de la actual Myanmar, o Birmania [1], continúa hoy en día y recientemente se ha visto reforzada por la crisis humanitaria protagonizada por los musulmanes rohingya que huyen del país dado su estatus de no ciudadanía y los conflictos con la mayoría budista. Todo esto en medio de un clima preelectoral que a finales de octubre o principios de noviembre dará como resultado un nuevo gobierno en las segundas elecciones democráticas en veinticinco años, tras las de 2010.

Estos últimos años de una cierta relajación en la vida política birmana han provocado que el país esté cambiado a un ritmo lento pero constante y su ciudad más grande e importante, Rangún [2], es el más claro exponente. Hasta el año 2005 Rangún fue la capital del país asiático cuando la Junta Militar, que gobernó desde 1988 hasta 2011, decidió trasladar la capitalidad a la recientemente creada ciudad de Naipyidó [3], ubicada en el centro de Birmania. Aún así la antigua capital lo sigue siendo en temas económicos y tiene las mejores conexiones aéreas con las más importantes ciudades asiáticas.


La primera peculiaridad que nos encontramos al llegar es que su aeropuerto no tiene transporte público [4] que conecte la ciudad por lo que hay que tomar un taxi previo regateo o conocimiento de las tarifas que se manejan ante la ausencia de taximetro o la de enchufarlo. Como siempre en el Sudeste Asiático el calor y la humedad se apoderan de uno camino del alojamiento escogido pero se agradece el aire fresco que se respira. Una vez llegados a la ciudad propiamente dicha nos encontramos con un lugar de aspecto viejo, sucio y deprimido. Calles mal asfaltadas, obras sin terminar, boquetes en el suelo y un tráfico, como mal endémico de la mayor parte del Sudeste Asiático, fuera de control con notable ausencia de señales o semáforos en muchas partes de las mismas y autobuses desvencijados. Como contraste algunas de las grandes avenidas no tan céntricas son de un aspecto más nuevo y moderno.


Pero como en casi todas las ciudades encontramos dos caras y pasamos de mercadillos de comida y fruta barata, o al menos así lo es para nuestros bolsillos, a centros comerciales de nuevo cuño en el que los precios se asemejan a los estándares europeos. Sin duda estos centros comerciales, con tiendas de moda, incluidas algunas cadenas famosas de ropa españolas y restaurantes y supermercados de un nivel superior están destinados a las élites birmanas, expatriados o turistas que se encuentran más a gusto en un entorno más conocido. Como curiosidad, uno de estos centros comerciales estaba situado al lado de un mercado popular, el Bogyoke Aung San Market, lugar de peregrinación de turistas para comprar típicos souvenirs o ropajes birmanos, o al de un hotel de lujo. Todo muy a mano para mayor comodidad. Eso sin olvidar los majestuosos edificios coloniales, las grandes pagodas e incluso iglesias y mezquitas de un aspecto esplendido y bien cuidado.


Ejemplos de la nueva apertura económica son la gran penetración de una reconocida marca de bebidas como es Coca-Cola que en 2012 fue autorizada a volver al mercado birmano, las películas estadounidenses en cartelera o la llegada de cajeros automáticos no exclusivos para nacionales. Todo ello mezclado con las costumbres autóctonas en un país tan identificado con el budismo o los múltiples retratos de Aung San Suu Kyi [5] y su padre, el General Aung San [6], adornando las delegaciones de la Liga Nacional para la Democracia de la que ella es dirigente.
Sin lugar a dudas en los próximos años seguiremos viendo muchos más cambios, tanto en la ciudad como en el conjunto del país y esperando poder contarlos tras otra visita.


[1] En 1989 la dictadura militar cambió el nombre del país por el de Unión de Myanmar y en 2010 por el de República de la Unión de Myanmar, además del himno y la bandera. Mientras la ONU acepta esta denominación muchos opositores y gobiernos extranjeros le niegan legitimidad y continúan usando el de Birmania.

[2] También llamada Yangón.

[3] Nay Pyi Taw en birmano.

[4] Al menos así era en mayo de 2014.

[5] Premio Nobel de la Paz en 1991. Con su partido alcanzó la victoria en las elecciones de 1990 que fueron invalidadas por la Junta Militar. Desde 1989 hasta 2010 sufrió varios arrestos domiciliarios con breves periodos de libertad.

[6] Héroe nacional birmano. Fue asesinado en 1947 cuando su hija contaba con dos años de edad.

jueves, 25 de junio de 2015

Pattaya, el lado oscuro de Tailandia



Tailandia es una de las joyas del Sudeste Asiático, tanto por historia como por su privilegiada geografía, propicia para el turismo dada la gran cantidad de playas que bordean la gran parte del país. Pero también tiene un lunar y no es otro que el llamado turismo sexual, una auténtica industria que mueve millones de dólares cada año. En este contexto el lugar que ostenta ser el más activo es Pattaya, una ciudad que parece en si misma un gran barrio rojo, con multitud de bares, club de go-gos , locales de striptease, de masajes o lo que uno pueda imaginar.

Cuenta la leyenda, la actual al menos, que Pattaya, una pequeña aldea de pescadores en los años 60 del pasado siglo, se vio sacudida por la llegada de los primeros soldados estadounidenses que iban a combatir en la Guerra de Vietnam. Estos muchachos convirtieron aquella tierra paradisíaca de playa y mujeres bellas en su lugar de relax. A partir de entonces se fue convirtiendo poco a poco en lo que es hoy, una ciudad costera absolutamente llena de turistas, tanto los más curiosos como los ávidos de sexo fácil y barato, mucho más numerosos.


Personalmente más allá de la curiosidad que me suscitaba la ciudad y su cercanía, tan solo a unas 2-3 horas de Bangkok, no podría rescatar nada destacable. Ni la playa que se encuentra en la ciudad propiamente dicha ni el ambiente, ni obviamente la arquitectura, toda demasiado reciente para ser considerada de algún interés. Al menos la escasez de edificios altos restaba la sensación de agobio de una verdadera gran ciudad asiática, aunque no se libraba uno del agotador tráfico mañanero e incluso nocturno, el momento en el que se veía la Pattaya de verdad, más oculta a la luz del día y llena de luces de neón y anuncios por doquier.

El epicentro de la ciudad, pero no única parte en el que el sexo es el negocio principal, es Walking Street, una gran calle preferentemente peatonal llena de todo tipo de locales y de todo tipo de chicas y ladyboys [1]. No es extraño ver pasear a hombres europeos, americanos o australianos cogidos de la mano tanto de chicas como de ladyboys, en algunos casos doblando -e incluso más- la edad de ellas.


En dichos locales, sean bares o clubes, el funcionamiento es bastante curioso. Aparte de las camareras, muchas chicas o ladyboys trabajan como una especie de relaciones públicas sui generis. Su labor consiste en alternar con el turista de rigor mientras beben copas, pagadas por él, claro está. Si la chica decide irse con el cliente, este deberá pagar una compensación al dueño del local por la ausencia de su trabajadora. Lo que hayan acordado la chica y el cliente queda fuera de cualquier conocimiento, al menos aparentemente, del negocio. Esto provoca que sea difícil de probar que esta situación sea considerada como prostitución al menos de cara al local. En teoría son dos adultos que acuerdan irse juntos. De todas maneras la permisividad parece máxima.

 

En los últimos años se ha producido un auge tanto del turismo ruso como de la apertura de negocios por parte de miembros de dicha nacionalidad. No es difícil ver locales con la bandera de la Federación Rusa, con carteles en dicho idioma o menús escritos también en la lengua eslava. De esa manera los locales con go-gos rusas suelen ser muy exitosos dada la diferencia y el exotismo con respecto a las tailandesas. Como anécdota, un chico mexicano con el que compartí un par de días de alojamiento me contó como la noche anterior en un local regentado por rusos dejó una gran cantidad de propinas en la ropa interior de las bailarinas debido a la gran belleza de estas.

A pesar del ambiente sórdido y decadente, en algunos momentos desolador y triste, recomiendo visitarla para que cada uno pueda verla y juzgar por si mismo. Eso sí, no considero necesario pasar más de dos días allí ya que ese tiempo será suficiente para poder hacerse una idea. Lo dice uno que estuvo casi una semana…


[1] Transexuales, llamadas Kathoey (กะเทย) en tailandés.

jueves, 28 de mayo de 2015

Un paseo por Shenzhen



Desde 1997, tras la devolución por parte del Reino Unido a la República Popular China de la última gran joya de sus colonias, Hong Kong, este pequeño territorio forma parte integral del gigante asiático aún manteniendo un estatus especial. Uno de los aspectos diferenciados es la existencia de fronteras [1] con la China continental.

En los últimos años se ha convertido en algo difícil conseguir un visado para China si no se trae expedido por un consulado chino desde el propio país de origen del viajero. Pero si uno se encuentra de visita en Hong Kong y posee pasaporte español acceder a Shenzhen, la ciudad fronteriza con la excolonia, es muy sencillo. Este visado [2] es valido por cinco días consecutivos y se obtiene tras pasar la inmigración hongkonesa. En mi caso opte por la frontera entre Lo Wu / Luohu [3] por su amplio horario, desde las 6:30 hasta la medianoche, y por llegar directo con el tren más conexión con el metro de Shenzhen. Pasada inmigración hay que seguir el pasillo, girar a la izquierda, subir unas escaleras y volver a girar a la izquierda. Se rellena un formulario y se entregan una foto, el pasaporte y la tasa [4]. En menos de dos minutos el pasaporte ya contiene el visado y solo resta pasar la inmigración china.


Mientras arquitectónica y estructuralmente su parecido con otras ciudades continentales es notorio y no producirá ninguna sorpresa al visitante con experiencia, su proximidad a Hong Kong la ha permitido obtener cierto grado de limpieza y orden del que carecen otras. Este hecho de en cierto modo ser un lugar a caballo entre dos mundos le confiere cierto grado de distinción a pesar de su, en general, poco atractivo. No es difícil ver pasear por sus calles ciudadanos hongkoneses que se acercan para tomar masajes, comprar artículos a precios más baratos, pasar un relajado fin de semana o incluso trabajar para una firma hongkonesa establecida allí. Aunque se sigue oyendo cantonés [5], en gran parte gracias a ellos, el mandarín va ganando terreno debido a la llegada de habitantes de provincias lejanas, algo que en la provincia Hong Kong preocupa que se extienda. Las locuciones de la red de Metro son en mandarín, cantonés e inglés. 


En cuanto a los puntos de interés los principales bajo mi punto de vista son los mercados de comida, auténticos templos de las diferentes gastronomías chinas, desde la local cantonesa, pasando por la picante de Sichuan o la musulmana uigur, las tiendas, aunque cada vez más fagocitadas por las grandes marcas omnipresentes en la vecina Hong Kong, los restaurantes repletos de celebraciones casi a cada momento o los locales de masajes a gran escala. Precisamente si uno quiere quedarse a dormir en la ciudad puede optar por hoteles de lujo, más baratos, hostels para viajeros o quedarse en uno de estos centros de masaje, que fue lo que elegí yo, con un menú compuesto por un masaje de dos horas, cama y wi-fi gratis, todo ello por menos de 30 euros al cambio. 


A la hora de volver a la excolonia británica simplemente se traba de deshacer el camino andado, tomar la línea verde del metro hasta la mencionada para final Luohu y pasar los dos puntos de inmigración, trámite mucho más sencillo al no necesitar visado para acceder a Hong Kong. Conviene recordar que solo se puede estar los cinco días indicados en el visado y no se puede salir del área de Shenzhen, exponiéndose a sanciones si uno se aventura a ello.


[1] Llamadas Control Points en Hong Kong.

[2] El nombre completo es Special Economic Zone Tourism Visa of the People’s Republic of China (Shenzhen SEZ).

[3] Lo Wu en cantonés y Luōhú en mandarín, 羅湖 en chino tradicional y 罗湖 en chino simplificado.

[4] En febrero de 2014 la tasa era de 168 yuan, alrededor de los 25 euros al cambio actual.

[5] A diferencia de Hong Kong, en Shenzhen como en el resto de China salvo las Regiones Autónomas, el mandarín es el único idioma oficial.

jueves, 23 de abril de 2015

S-21, un viaje a la oscuridad

Durante la tan famosa Guerra de Vietnam que enfrentó a vietnamitas del norte contra sus compatriotas del sur y Estados Unidos, se tiende a obviar que la guerra tuvo consecuencias en otros dos países de Indochina, Laos y Camboya, que ostentan el título (sin quedar muy claro cual es el primero) de países más bombardeados de la historia. El caso de Camboya no hizo más que empeorar tras el fin de la guerra con la llegada al poder en 1975 de los Jemeres Rojos que hasta su caída cuatro años después dejaron uno de los mayores genocidios con cerca de dos millones de camboyanos asesinados.


 40 años después de aquello nos encontramos con una Phnom Penh [1], capital del Reino de Camboya, convertida en una capital bulliciosa, caótica, presa de un tráfico desbocado con situaciones tan dantescas como ver las motocicletas conduciendo por la acera ante los enormes embotellamientos. Asimismo el turista o viajero puede llegar a agotarse ante la cantidad de gente interesada en venderle u ofrecerle algo. Por todo esto, Phnom Penh puede convertirse en una ciudad muy pesada, no apta para todos los paladares, pero al mismo tiempo conserva un cierto encanto por su belleza, las vistas del río Mekong o la amabilidad de la población en general
En la ciudad se encuentra el Museo de los crímenes genocidas Tuol Sleng, ubicado en la antigua prisión secreta S-21 [2]. Llegar allí no es complicado si uno tiene bastante tiempo, pero si no es así la mejor opción es tomar un tuk tuk previo regateo, desde luego. El año pasado para entrar al museo era necesaria hacer una aportación “voluntaria” de unos dos dólares estadounidenses [3], aunque por las noticias de poco después de mi visita esto se había regulado y fijado una tasa fija de 3 dólares por visitante extranjero, exceptuando a investigadores o estudiantes que disfrutan de entrada libre. De igual manera los nacionales camboyanos tienen la entrada libre al complejo.

Tuol Sleng, como testigo del mayor desastre sufrido por el país asiático, es conservado como fue encontrado durante la invasión vietnamita de la ciudad en 1979. Ya al entrar al complejo y encontrarse las tumbas de las catorce últimas víctimas asesinadas por los responsables de la prisión ante la inmediata caída de la ciudad, una sensación desoladora se apodera de uno, acrecentada al entrar al primer edificio y encontrarse las camas en las que los disidentes o “enemigos” del régimen recibían descargas eléctricas. Delante del segundo edificio el tenebroso reglamento da la bienvenida al visitante y nos prepara para ver las diminutas celdas de ladrillo construidas para una sola persona y en las que el prisionero estaba encadenado de manera que no pudiera nunca descansar. También podemos encontrar  fotos de las víctimas y los verdugos, mapas con los desplazamientos obligados, ropas, instrumentos de tortura o bustos de Pol Pot.


En el resto de edificios del museo hay más salas de torturas, instrumentos para ello como los submarinos, tanques de agua en los que se introducía a los prisioneros, una sala de vídeo, altares budistas y multitud de huesos y cráneos de la gente fallecida incluyendo un mapa de Camboya hecho con ellos. Un auténtico museo de los horrores que, bajo mi punto de vista, es imprescindible visitar para ver de lo que es capaz el ser humano con sus semejantes y para que no vuelva a pasar jamás.



Como apunte final, de los 17000 prisioneros del S-21 tan solo fueron encontrados con vida siete de ellos. En la actualidad solo quedan tres vivos, Chum Mey, Bou Meng y la única mujer entre los supervivientes, Chim Math.


[1] Nom Pen, según señala la “Ortografía de la lengua española, 2010, pág. 722”. He optado por dejarlo con el original Phnom Penh por mi costumbre personal y por ser la más reconocida a nivel general.

[2] Security Prison S-21 y anteriormente una de las escuelas más exclusivas de la ciudad, la Tuol Svay Pray High School.

[3] Pese a que el riel camboyano es la moneda oficial el dólar estadounidense es la moneda más manejada. Los cajeros automáticos los expenden, las tiendas tienen sus precios marcados en ellos y empresas pagan sus salarios en la moneda americana.

jueves, 26 de marzo de 2015

Petaling Street, el Chinatown de Kuala Lumpur



Como ya comenté en mi anterior artículo, centrado en Singapur, la presencia de la diáspora china en el Sudeste Asiático es enorme, con mayor o menor presencia dependiendo dela historia y las circunstancias que rodean a cada país. Prueba de ello son los conglomerados familiares que conectan a los chinos de ultramar en ésta zona de Asia con su patria de origen [1]. Uno de los países en los que está más asentada la población de origen chino es Malasia con alrededor del 25% de la población de dicha etnia.

A diferencia de la vecina ciudad-estado de Singapur, en Malasia la lengua china no goza de estatus oficial, aunque dentro del sistema educativo si hay escuelas en las que el idioma vehicular es el mandarín y que suelen ser las elegidas por la gran mayoría de los malasios de origen chino. Normalmente, y a pesar de que en los últimos años gracias a dicho sistema educativo y la influencia del vecino Singapur se ha popularizado el mandarín [2], cada subgrupo suele hablar su propio idioma siendo los más comunes el cantonés [3], el mandarín, el hokkien, el hakka, el hainanés y el dialecto de Fuzhou.


Como en tantos lugares del mundo en los que hay una población considerable de ciudadanos de origen chino, en Kuala Lumpur hay un Chinatown, en éste caso ubicado en Petaling Street [4] y llamado afectuosamente Chee Cheong Ka en cantonés [5]. En ésta calle, coronada por una gran estructura de color verde  que ejerce de techo y que recibe el nombre “Green Dragon”, entre películas en DVD piratas y falsificaciones de ropa de marca o deportiva, también se puede encontrar mercancía auténtica y souvenirs, dentro de lo que es el mercado y multitud de restaurantes, hoteles y hostels de diferentes categoría para los viajeros de uno u otro estilo en las calles aledañas. Todo ello entre las luces de neón características de gran parte de Asia o los omnipresentes farolillos rojos que nos anuncian que estamos en  zona china. Otro de los elementos que nos hará recordar que estamos en un Chinatown son los numerosos locales de masajes que pueblan la zona. Personalmente lo que más me agradó de éste Barrio Chino, además de ser probablemente el mejor que he visitado, fueron los puestos de comida callejera en el que elijes la comida que quieres y la preparan al instante delante tuyo. Carnes, pescados, verduras, etc… todo cabe en estos pequeños restaurantes que son dignos de probar al menos una vez pero que yo sin duda aconsejo repetir.


Al caer la medianoche los negocios del mercado se preparan para cerrar y los alrededores de Petaling Street se convierten en un lugar más sórdido en el que las prostitutas comienzan a aparecer buscando clientes en medio de un calor y una humedad asfixiantes mientras una ligera sensación de inseguridad se nota en el ambiente. Quizás no sea nada más que la lógica precaución que el viajero extranjero ha de tener y el mayor peligro sea que un taxi te estafe, pero en una megalópolis como Kuala Lumpur siempre conviene tener los ojos bien abiertos y el bolsillo controlado.

Ya fuera de Petaling Street también tenemos una gran presencia china en la calle Alor [6], repleta de restaurantes de diferentes variedades, ya no solo chinos (aunque sí en su mayoría) sino también de comida hindú, tailandesa, malaya o de muchos otros lugares del Sudeste Asiático. Un lugar en el que el apasionado de la comida más tradicional lo pasará en grande con los olores y sabores que flotan en el ambiente. Más allá de las simples atracciones turísticas, un paseo por estas zonas, también enfocadas al turismo en gran medida pero que conservan su esencia no pareciendo un parque temático, nos da un pequeño retrato de la diversidad del país y de ese fascinante Sudeste Asiático.



[1] El término Bamboo Network se usa para contextualizar las conexiones entre la mayoría de países del Sudeste Asiático (Malasia, Indonesia, Vietnam, Filipinas y Singapur) con la Gran China (China continental, Hong Kong, Macao y Taiwán)

[2] Sobre todo en el Estado de Johor, en el sur del país, donde se reciben las emisiones de la televisión de Singapur.

[3] Predominante en el centro de la Malasia peninsular. En Kuala Lumpur es la lengua franca de la población china e incluso otros subgrupos étnicos la entienden a varios niveles gracias a los estrenos de películas y a la emisión vía satélite de varios canales de televisión de Hong Kong.


[4] Jalan Petaling en Bahasa Malasia, 茨厂街 en chino simplificado y 茨廠街 en chino tradicional. Lugar donde llegaron los primeros colonos chinos, sobre todo hakkas y cantoneses, a causa del boom de la minería de estaño.

[5] Calle de la fábrica de almidón en castellano. Llamada así por el molino de Tapioca construido por Yap Ah Loy, malasio de origen chino y considerado el padre fundador de la moderna Kuala Lumpur.

[6] Jalan Alor en Bahasa Malasia.

jueves, 26 de febrero de 2015

Singapur, la China del Sudeste Asiático



En todos los países pertenecientes al Sudeste Asiático hay minorías de etnia china, de mayor o menor tamaño, dependiendo de cada uno de ellos y de las corrientes migratorias a través de la larga historia del gigante asiático. Pero en la ciudad-estado de Singapur nos encontramos con lo contrario. Allí la comunidad china, con el 74,2% del total de la población, es mayoría y eso se nota en la vida diaria, en la que comparten espacio con las otras etnias principales como la malaya y la india tamíl. [1]


Singapur utiliza, de igual manera que la República Popular China [2], la escritura china simplificada. Y a pesar de los diferentes grupos culturales o lingüísticos  presentes en el pequeño Estado [3], tan sólo el mandarín tiene el rango de oficial como lengua china aglutinadora. De todas maneras muchos chinos se comunican entre ellos en inglés, como pude comprobar in situ, o en una mezcla de ambos llamada singlish, más difícil de entender y que tiene al gobierno en contra.

Caminando por sus calles no dejé de tener una ligera sensación, salvando las distancias, de cierto parecido con Hong Kong. Desde los más evidentes como por ejemplo la conducción por la izquierda de herencia británica a otros como la arquitectura, en algunos aspectos probablemente también debido a ese pasado de colonias de Su Graciosa Majestad. También se podría añadir la limpieza y el orden, aún más acusados en Singapur, en el que las penas por infringirlas pueden acarrear fuertes multas. Obviamente Singapur es un Estado completamente independiente con decisión en todo tipo de asuntos internos, a diferencia de Hong Kong y su alto grado de autonomía pero dependiente de China en muchos aspectos.


Aún admitiendo lo positivo de ese orden, y limpieza, su educación superior envidia de muchos países o las propuestas culturales [4], tuve la impresión de que era algo impostado y se asemejaba a una pasarela de lujo, a un gran centro comercial que decepcionó la idea que tenía de la ciudad antes de visitarla. De todas maneras no deja de ser un oasis en medio de un Sudeste Asiático caótico, sucio y superpoblado. Un descanso para el viajero pero con un nivel más alto para el bolsillo del mismo. No quiero, igualmente, juzgar de una manera muy dura ya que mi estancia no fue lo suficientemente larga y son sensaciones personales que algún día se ampliarán.


Para terminar, quizás uno de los lugares más interesantes de visitar sea el “Chinatown” singapurense, aún teniendo en cuenta que no deja de ser un lugar más para turistas que otra cosa, con todo perfectamente planificado. Probablemente al haber visitado otros Chinatowns alrededor del globo mucho más masificados, en éste la sensación de alivio, de orden, de limpieza sin que uno se sintiera observado o asaltado a la hora de mirar las numerosas tiendas o restaurantes era de agradecer. Precisamente la oferta gastronómica es muy amplia y las diferentes cocinas chinas se dan cita aquí. Sin ser precios económicos uno se lo puede permitir y a fe que no quedará decepcionado tanto en carne, como en pescado, verduras o muchos otros tipos de comida.

[1] Precisamente todas ellas tienen su idioma como oficial, compartiendo rango con el inglés, lengua común de todos los ciudadanos y principal en la administración.
[2] Excluyendo las Regiones Administrativas Especiales de Hong Kong y Macao.
[3] El grupo más numeroso son los hokkien con casi la mitad de los chinos singapurenses pertenecientes a él.
[4] Como el Singapore Chinese Film Festival http://www.sfs.org.sg/scff/, en el que se dan cita películas en lengua china de diferentes países y regiones;  China, Hong Kong, Taiwán, Malasia o la propia Singapur.