Eclipsada en cierto sentido por su
“hermana mayor” Hong Kong, Macao conserva una personalidad propia tanto
arquitectónica como culturalmente, herencia de más de 400 años bajo
administración portuguesa. Esta circunstancia convierte a la ciudad en
el primer territorio chino en estar bajo dominio extranjero y el último
en ser devuelto, en 1999.
En Macao cohabitan dos lenguas como
oficiales; el chino [1] y el portugués, aunque la situación realmente es
mucho más compleja que esto. Mientras casi el 95% de la población [2]
habla chino [3] solo el 7% habla portugués [4] y unas 50 personas el
criollo macanense. En los últimos años el inglés ha ganado mucha fuerza
como segunda lengua y prácticamente todos los letreros y señales están
también en esta lengua. También es notorio el aumento del mandarín,
sobre todo en los casinos, habida cuenta de que muchos habitantes de la
China continental se acercan a la región para probar suerte en el juego.
Ya como anécdota personal al visitar la Universidad de Macao
encontramos un bedel que no hablaba cantonés, portugués o inglés, tan
solo mandarín, y con el que me pude comunicar gracias a que la persona
con la que iba también hablaba el idioma.
Macao merece la pena sobre todo la pena
por el contraste que supone con la vecina excolonia británica o con las
ciudades continentales con las que linda y esa fusión entre Portugal y
China que destila en sus calles antiguas es un soplo de aire fresco si
se viene, por ejemplo, de la excolonia británica. A pesar de ser la
región con mayor densidad de población del planeta parece mucho más
tranquila e incluso limpia que Hong Kong. De todas maneras el trasiego
diario y la llegada de nuevos habitantes pone contra las cuerdas a la
pequeña ciudad, obligada a ganar terrenos al mar e incluso alquilar
terrenos al continente.
Además de visitar el Centro histórico de
Macao, Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde hace diez años,
con las ruinas de la Catedral de San Pablo, la Fortaleza do Monte o el
cementerio protestante entre otros monumentos también se puede hacer un
hueco para comer los deliciosos pasteles de Belém, otra de las herencias
portuguesas y perderse por sus pequeñas callejuelas más tranquilas y
libres del agobio del centro. También es interesante acercarse a la
Torre de Macao para tener una panorámica de toda la ciudad sobre todo de
noche cuando las luces de los casinos la hacen brillar.
Huelga decir que visitar alguno de esos casinos es algo obligado para
ver in situ la locomotora de la economía macaense. Además de pasar un
rato divertido, pero controlando nuestro dinero, uno puede asistir a
espectáculos dantescos como parejas peleándose y culpándose mutuamente
tras perder todo su dinero o a muchachos siendo conducidos “amablemente”
por varios empleados fuera del recinto tras quejarse con vehemencia de
trampas al haberlo perdido todo también. Como añadido, en uno de los más
famosos, el Venetian, se puede disfrutar a gondoleros cantando en chino
por sus canales, admirar las más exclusivas tiendas de ropa o cenar en
alguno de sus múltiples restaurantes, algunos de ellos asequibles a
bolsillos menos pudientes.
Quizás, en cierta manera, elevar Macao a
la categoría de lugar imprescindible de visitar podría parecer algo
exagerado, sobre todo para nosotros tan cercanos a la arquitectura y
cultura portuguesa, pero esa fusión de ambos mundos hace que la
experiencia general sea más que positiva.
[1] De igual manera que en la vecina Hong Kong el cantonés es el idioma oficial chino de facto.
[2] De algo menos de 650.000 personas.
[3] En esta categoría se suele englobar a todos los idiomas chinos sean cantonés, mandarín, hokkien u otros.
[4] Sobre todo el dialecto portugués de Macao.
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