sábado, 16 de noviembre de 2013

Asunción, toda una experiencia

 Puente que separa Brasil de Paraguay

Después de acabar el periplo brasileño nos dirigimos hacia Asunción, la capital de Paraguay, y uno de los lugares menos turísticos de Sudamérica. El autobús que nos llevó de Foz, dejando detrás esa maravilla de la naturaleza tenía un trayecto de 5 horas y media, pero no sé por qué llegamos a las 7 horas de viaje. Los trámites, a pesar de tener que bajar del autobús dos veces, fueron bastante rápidos, ya que en el autobús solo viajábamos nosotros y unas mujeres bolivianas. Una vez pasados, voilà, ya estábamos en Paraguay, concretamente en Ciudad del Este, una ciudad de la que no se oyen más que cosas negativas, que si violencia extrema, robos, etc., etc... yo no puedo juzgar nada de eso porque tan solo fuimos de pasada, pero si que al principio se encuentra uno rodeado de muchas tiendas a las que acuden los brasileños a comprar más barato, pero al adentrarse se nota la dejadez, la pobreza y la sensación de inseguridad. Allí nos pasamos un buen rato en la que se describe como una ciudad insegura, y es que la Triple Frontera no parece ser de lo más seguro del mundo.

Guardia de seguridad del autobús revisando los equipajes

Ciudad del Este, ciudad sin ley según se cuenta

Esa sensación de inseguridad se acrecentó cuando el autobús se llenó, pero porque mientras iban subiendo a la entrada se puso un agente de seguridad con pistola, el cual iba revisando todos los equipajes, y ya nos acompañó todo el trayecto hasta nuestro destino final. No era una sensación muy placentera, la verdad. Por un lado estás seguro porque alguien te protege, por el otro lado piensas que si se necesita eso es porque ha habido problemas en el pasado. De todas maneras no me quitó el sueño, que me acompañó casi todo el viaje, y una vez llegamos a Asunción solo quedaba el trayecto hasta la estación, que se hizo largo, eso sí. Allí pude ver la imagen de la pobreza, con niños durmiendo con su madre en los aledaños de un mercado. Ese es el drama de nuestro tiempo, por desgracia en todos los lugares del mundo en mayor o menor medida. Llegados y tras sacar dinero ya nos dirigimos a un taxi y al hostel, donde nos recibieron muy amablemente a pesar de la tardía hora. Un lugar sencillo pero limpio y tras despejarnos un poco decidimos salir a comer algo. En la esquina más allá del hostel la estampa de la prostitución estaba presente y tras sortear a un chico pasado de vueltas que quería quedarse con el mechero de Joan, pudimos acercarnos a un puesto de comida y comprar una hamburguesa.

Calle de Asunción

La sorpresa nos llegó al volver al hostel, puesto que dos policías en evidente estado de embriaguez nos reclamaron nuestros documentos de identidad, que habíamos dejado en el hostel, precisamente por seguridad, y es que los pasaportes son un bien muy cotizado. Tras conseguir que nos dejaran, a pesar de su evidente chulería y prepotencia, y es que quedaba claro que querían sacarnos dinero, pudimos llegar al hostel, y a la mañana siguiente comentarlo con la dueña, quien fue a quejarse a comisaría por la actitud de los mismos. A pesar de leer que Asunción fue elegida 3ª ciudad más segura de Latinoamérica en 2007, o fue en aquella época tan solo, o bien eran números y ya. De todas maneras no tuvimos más problemas y de día no parecía muy peligrosa. Pero ya se sabe que todo es subjetivo muchas veces y depende de lo que le pase a uno.

Mercado Municipal número 4 de Asunción

 Al día siguiente y más tranquilos nos dirigimos al Mercado Municipal número 4 de Asunción, el más grande la ciudad y escenario de la segunda gran referencia cinéfila del viaje, ya que allí se rodó la película 7 cajas, triunfante en el Festival de San Sebastián y que se estrenó hace unos meses en España. El Mercado 4 es un microcosmos, lleno de tiendas de carne, de ropa, de tecnología, principalmente móviles, enorme y del que nosotros solo vimos una pequeña parte, y eso que andamos por allí bastante tiempo. No se notaba inseguro para nada, aunque siempre conviene echarle un vistazo a la cartera y otros enseres en lugares tan concurridos. Allí entre restaurantes algo mugrientos y gente hablando en guaraní (ininteligible para nosotros), los habitantes de tan peculiar zona posaban para que les hiciéramos fotos y cuando saqué la cámara de vídeo me pidieron que la mostrara varias veces. Hubiéramos podido pasar por un equipo de la televisión para ellos, lo que fue tan extraño como divertido.

Panteón

Por la tarde, tras un descanso, salimos por la zona céntrica, donde estaban el Panteón o la Catedral, pero poco destacable ya que, sinceramente, Asunción, podría pasar perfectamente por una ciudad pequeñita o incluso un pueblo, si no fuera capital de Paraguay. Al lado de la sede del gobierno, en otro muestra de los contrastes de la ciudad, se alzaba un barrio de chabolas al que nos acercamos desde arriba e hicimos fotos, hasta que una mujer nos advirtió que saliéramos de allí, lo que no dudamos ni un segundo, a pesar de que cerca había unos policías. Lo mejor cuando te advierten es que te vayas sin pensarlo. Paramos un taxi y para la estación de autobuses a comprar un billete de unas cuantas horas para Buenos Aires. Así acabamos el día tras comer algo y volver al hostel a intentar tener una conexión al menos pasable, un problema que arrastramos casi todo el viaje y que impide actualizar tan a medida como sería deseable.

Barrio Popular, eufemismo utilizado para referirse la extrema pobreza

El día siguiente nuestros bus salía a las 16 de la tarde, por lo que volvimos al Mercado 4 a intentar buscar la manera de reparar el móvil que se me cayó la tarde anterior, pero al ser domingo y jugarse el derbi futbolístico Cerro Porteño-Olimpia a la tarde provocaba que casi todo estuviera cerrado. Al menos pude conseguir un protector de pantalla que disimulaba la pantalla rajada y me aseguraba poder manejar la pantalla táctil. Un mal menor para acabar nuestra estancia en Paraguay, un lugar que no me arrepentí de conocer, sobre todo por su sensación más auténtica, por decirlo de algún modo. Eso sí, hay que armarse de paciencia porque en muchos aspectos parece anclado en los 80 o 90, con lo negativo que ello conlleva.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

De Iguazú al cielo

 

Sí, es cierto, este blog trata principalmente sobre mi vuelta al mundo, sobre la percepción que tengo sobre él y sobre mi mismo. Y también, porqué no, como una purificación, un viaje no en sentido figurado sino en sentido real pero al mismo tiempo introspectivo. Pero no solo eso, también sobre otra de mis pasiones, el cine, que ha forjado parte de mi carácter y de mi visión de las cosas, y que me ha acompañado por todo el planeta mostrándome lo que ahora puedo ver con mis propios ojos. Este viaje es en parte cinéfilo, por varios motivos. Por un proyecto que espero pueda llevarse a cabo, por mi acreditación en Mar del Plata y por las referencias que encontraré durante el viaje.



Sé que tanto en Sao Paulo como en Río de Janeiro podría haber encontrado muchas de esas referencias, pero no ha sido hasta Iguazú que he encontrado mi "inspiración", sumergido en esas cataratas que quitan el hipo, que te hacen replantear la vida y planteamientos que das por supuestos. Que te dan una percepción diferente, sobre la arrogancia del hombre, sobre lo falsarios o endebles de argumentos, sobre la futilidad de las fronteras, y sobre cualquier cosa que se te ocurra al mirar aquella fuerza de la naturaleza, ese agua corriendo salvaje. Para encontrar esa referencia cinéfila me tuve que sumergir, y nunca mejor dicho, en una película de hace ya dos décadas, aunque parezca mentira. Se trata de Happy Together (春光乍洩), una de las grandes películas de uno de los mejores directores del cine contemporáneo de Hong Kong, y del mundo entero, Wong Kar-Wai. En esta película, y poco antes del epílogo final en Taipéi, uno de los personajes principales interpretado por Tony Leung Chiu-Wai, consigue al fin su objetivo, llegar a las cataratas de Iguazú, y allí enfrente de ellas y empapado, como un servidor por cierto, contempla esa maravilla de la naturaleza, captado todo ello por la magna fotografía de Christopher Doyle.

  

 


Contemplar las cataratas por el recorrido no te hace una idea de lo que vas a ver llegado el final. Sinceramente no soy una persona de fácil emoción, o al menos no lo creo, pero lo que sentí al encontrarme frente a frente con las cataratas es difícil de describir con palabras. Una sensación de ser pequeño, efímero, frente a aquello que ha perdurado en el tiempo. Antes de que existieran Brasil y Argentina, antes de que el explorador español Núñez Cabeza de Vaca las encontrará, antes de que los guaraní habitaran el lugar. Ideas te recorren la mente, sobre la historia, sobre la vida, sobre la existencia. La llegada desde Foz do Iguaçu es bastante sencilla, tomando el autobús 120 desde la ciudad hasta el final, todo ello bien indicado y una vez allí los guías te ofrecen diferentes opciones, cada una de ellas pagando aparte. Aunque si lo que quieres son ver las cataratas solo tienes que pagar la entrada, 48,80 reales, y hacer el recorrido a pie, utilizando el autobús interno para llegar hasta la primera pasarela y comenzar el recorrido. Tras terminar el recorrido en el lugar más cercano a las cataratas solo queda salir, puesto que las tiendas y restaurantes son prohibitivos.




Una vez acabamos con las cataratas salimos y nos dirigimos al Parque de las Aves, situado al lado del Parque donde están las cataratas. Parque en el que nos habían dicho que las aves estaban en libertad y se podrían ver y tocar. Nada más lejos de la realidad, ya que aunque hay algunos tramos en el que están sueltas algunas especies es mínimo y bastante cutre. Un fraude, vamos, y para colmo el cocodrilo ni se dignó a aparecer. Los 28 reales que costó fue tirar el dinero en un zoológico encubierto y carente de casi todo interés. 

Tucán en el Parque de las Aves

Sobre Foz como ciudad no puedo hablar mucho, ya que salvo la estación y unas pocas calles no vi prácticamente nada durante mi estancia, pero tampoco parecía nada del otro mundo, salvo una pequeña ciudad normal. Me quedé con las ganas de ver la triple frontera desde el lado brasileño debido al consejo del personal del albergue por vivir vecinos poco amistosos en aquella zona. Lo mejor hubiera sido verlas desde el lado argentino pero no pudo ser. Una excusa más para volver algún día a Iguazú, que seguro así será con poco género de duda. 

martes, 12 de noviembre de 2013

Adiós a la próxima ciudad olímpica

 
Maracaná, uno de los templos mundiales del fútbol

 Viajar a Río y no ver Maracaná, al menos por fuera, podría llegar a ser considerado pecado, aunque le guste o no el fútbol a la persona que lo visita. Considerado uno de los grandes templos del deporte rey del planeta, fue construido para alcanzar la gloria en el Mundial que organizo Brasil, pero como suele pasar en esas amargas ocasiones perdió la final con la selección uruguaya en lo que se llamó "El Maracanazo", una ofensa que continua hasta nuestros días, a pesar de haber ganado cinco campeonatos. El año que viene tendrán la oportunidad de resarcirse ya que vuelven a organizar una cita mundialista. Pero volviendo a la visita, desgraciadamente solo pudimos ver el estadio por fuera, ya que se encontraba en plena obra, como todo Río realmente y que añade un toque al caos viario y estructural que recorre la ciudad.

Favelas enfrente de Maracaná, contraste entre dos mundos

Enfrente del imponente estadio y en otro de los contrastes que se acostumbran a vivir en las grandes urbes, y especialmente en Río nos encontramos una de tantas favelas, símbolos en el imaginario popular de barrios marginales de escasos recursos y gran delincuencia. Terrenos poco propicios para los visitantes, salvo en algún tour contratado y desde luego ajenos a los grandes focos de violencia urbana, vetados para los mismos. Precisamente el día que llegamos a Río en las noticias se comentaba el asesinato de una madre delante de su hija en la célebre "Ciudad de Dios", famosa por la película homónima y una de las más peligrosas de la ciudad carioca. 

Paseo de Copacabana

Tras haber terminado la visita, tocaba comprar el billete de autobús para salir hacia Foz do Iguacú, un viaje de casi 24 horas en autobús que nos llevaría a las ansiadas cataratas. Pero antes de ello encontrar el autobús para la estación fue caótico de nuevo, exasperante y aburrido. Nadie sabe exactamente que bus hay que coger, las lineas confluyen sin orden y al más puro estilo bananero. Puede que parezca duro pero si fuera por el orden no deberían darle los Juegos Olímpicos a Brasil puesto que seguro que hay otras urbes latinoamericanas mejor preparadas hoy por hoy. Deseo y espero que de aquí a tres años la cosa cambie mucho para garantizar el éxito de la cita olímpica.

Playa de Ipanema

El final del día, y de paso el final también de la estancia en Río fue visitar con tranquilidad las dos playas famosas ya no en Brasil o América, sino en el Mundo entero. Me refiero, claro está, a las de los barrios de Copacabana e Ipanema, dos bellezas para un amante de las playas. Lugares donde el tiempo se detiene y el disfrute es general. Masajistas, vendedores de cocos, de cualquier cosa, chiringuitos, jugadores de volleyball o futvolley, bañistas, gente tomando el sol, surfistas... de todo un poco en un microcosmos que se camina durante un buen rato pero que no cansa, con tanta variedad que hasta acabamos encontrándonos con una Escuela de fútbol brasileña del RCD Espanyol de Barcelona. La división entre ambas se produce por el Fuerte de Copacabana, que desgraciadamente fue imposible de pasar por la presencia de equipos de rescate en un lado y militares en el otro. Cosas que pasan, claro.

Escuela de fútbol del Espanyol en Ipanema

Y así acabó el periplo por Río, corto pero suficiente para hacerse una idea de lo que es. Grandioso pero sin llenarme, aunque si que la serenidad al atardecer de su playa me hizo pensar en un futuro de vuelta en la ciudad y acabar de conocerla, de saborearla y de disfrutarla. Quien sabe, quizás en un futuro cercano vuelva a escribir una crónica de allí, y de cuenta de sus (seguras) mejoras.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Monumentos y caos en Río de Janeiro


Después de dejar Sao Paulo con alguna cosa en el tintero, algo que en principio será moneda común en este viaje, largo y pequeño al mismo tiempo, me encaminaba en autobús nocturno a Río de Janeiro, la joya de la corona brasileña, su símbolo nacional con el Cristo Redentor al frente y las playas de Ipanema y Copacabana, tan conocidas e inmortalizadas en libros, películas y otros medios, siendo ya parte de la humanidad entera, hayan estado o no allí. La llegada, tras una noche en autobús no fue tan pesada como podía haberse esperado, al contrario, pues la estampa de Río, ciudad costera, da una energía al acostumbrado o al criado al lado del mar. La ayuda de una empleada de turismo, norma habitual de la gente brasileña, amable y dispuesta a ayudarte, nos llevó al autobús de camino a Río, que por 7 reales nos transportó cerca del albergue, aunque no todo lo cerca que debiera puesto que el chófer se pasó las indicaciones de su compañera por donde quiso. Aún así llegamos pronto al hostel, y mientras nos preparaban la habitación nos duchamos y decidimos visitar el Cristo Redentor. Aquí empezó nuestra odisea, y antes de ello un inciso. No sé si de aquí a tres años Río estará preparada, pero hoy por hoy es caótica, imposible, sin casi lineas de metro, los intercambios se hacen en las mismas vías, imagino que debido a la falta de ellas; circulan autobuses sin ton ni son, las indicaciones son insuficientes, y como muestra de ello, en un momento dado preguntamos a tres personas y nos indicaron tres líneas diferentes sin saber muy bien ni donde cogerlas ni la frecuencia.


Volviendo a la materia que nos toca, llegar al Cristo fue una odisea, divertida en todo caso. Tras coger un autobús del que no recuerdo el número, aunque de todas maneras lo mejor en Río es preguntar, llegamos al Tren del Corcovado, directo hacia la cima, pero para el que quedaban más de tres horas, ya que todos los asientos estaban vendidos, y es que el ser fiesta no ayudaba. En ese momento aparecieron al "rescate" los empleados de un servicio de furgonetas que te llevan hasta la entrada del circo por unos pocos reales más. Venciendo a la desconfianza nos encaminamos allí, tras una parada para admirar el Cristo y una panorámica de la ciudad carioca, incluido el helicoptero que te acerca al Corcovado y que aún siendo espectacular conmigo no podía contar, dado mi vértigo de clase alta. Una vez llegados arriba y tras la preceptiva compra de la entrada, por fin llegamos al Cristo Redentor, algo que sinceramente te deja sin aliento, y es que por algo es una de las Nuevas Siete Maravillas del Mundo Moderno, más allá de que siempre y en todos los casos las votaciones son eso, votaciones. 


Además de sentirte muy pequeño, por primera vez y no última en el viaje, la panorámica de la ciudad es espectacular, y es que si algo tiene Brasil es grandiosidad, tanto en el tamaño de sus ciudades, como de sus monumentos y playas, por ejemplo. También pude admirar desde allí el asimismo mítico Pão de Açúcar. Ahora solo quedaba la bajada, mucho menos motivadora que la subida, pero también algo liberadora, y es que la cima estaba irrespirable por la cantidad de personas de varios países y continentes, todas ellas en un espacio reducido y admirando la majestuosa figura, más allá de las creencias de cada uno, pues la estatua trasciende todo ello y es, en parte, de toda la humanidad. O así al menos debería ser.


Caminando una vez consumada la bajada, nos encontramos a una gran multitud de seguidores del equipo de fútbol del Flamengo comprando entradas en la sede social del club. Lástima no haber decidido comprar para verlo, puesto que al final el partido resultó ser contra el Fluminense en un derbi ciudadano más que interesante, aunque al final ganase el Fla por un ajustado 1-0. Otra vez será. Lo bueno de caminar por una ciudad en vez de coger un autobús u otro medio de transporte es poder saborear la ciudad, empaparte de la vida, alejado de las postales bucólicas y los estereotipos. Al fin esa es la "misión" de un viajero, el no quedarse con la "versión oficial" sino indagar un poco más en la idiosincrasia de los lugares. Pero el estar un par de días limita y mucho dicha visión, pero ya se sabe cuando uno realiza estos viajes.

 

De vuelta al albergue y al entrar en la habitación nos encontramos con un barracón bastante lamentable, sin enchufes, con bichos en el lavabo, un cuarto de pinturas dentro de la habitación y unas camas reutilizadas del Arca de Noé. Protestando conseguimos ser cambiados a una habitación mejor, con la desventaja de que si alguien venía a ducharse deberíamos permitirle el acceso ya que un corte del suministro en la ciudad provocó problemas en la distribución de agua. Uno sabe a que se expone en un albergue de este tipo, pero desde aquí siento decir que no recomiendo el Che Lagarto de Ipanema. Para compensar todo esto, me puse el bañador y me encaminé a Ipanema, en una tarde que empezaba a refrescar y es que al final tan solo me mojé los pies en el agua helada. Eso sí, me senté en la arena un buen rato y mirando al horizonte fue la primera vez en mucho mucho tiempo que me sentí liberado de las cargas que he llevado tanto tiempo, y que espero desaparezcan en este gran viaje.

sábado, 9 de noviembre de 2013

Reflexiones


Acabada ya la primera semana del viaje y esperando a tener tiempo para publicar los mensajes sobre
Río de Janeiro y Foz do Iguaçu, me permito reflexionar sobre estos días vividos en mi primera vuelta al mundo. Desde luego que por haber estado una semana en Brasil ni me considero ni soy un experto en el país ni en las ciudades pero si que puedo permitirme opinar sobre algunas cosas. Para empezar no puedo considerar tan peligrosa Sao Paulo, ni tan siquiera Río de Janeiro, a pesar de haber estado en un barrio como Ipanema, más alejado de las zonas marginales en las que se supone hay peligros mucho más notorios. Si que puedo afirmar con rotundidad que, hoy por hoy, Río no está preparada para albergar los Juegos Olímpicos, el transporte terrestre, buses, es un desastre y un caos y el subterráneo, el metro, tremendamente difícil con diferentes líneas pasando por la misma vía, y al mismo tiempo con muy pocas de ellas (cierto es que hay varias en construcción, pero a tres años vista parece insuficiente). Habrá que ver como llegan a la cita olímpica pero igualar a Pekín y a Londres se antoja peliagudo. En cuanto a la espectacularidad, mientras que Sao Paulo no destaca especialmente, Río tiene el Cristo Redentor, una maravilla espectacular o las playas de Copacabana e Ipanema, está última un lugar en el que contemplar la puesta de sol con una absoluta paz.

Cambiando de tercio, y tras más de un día de viaje, si puedo afirmar con rotundidad que las cataratas de Iguazú son otro mundo. Estar frente a esa fuerza de la naturaleza te hace replantear tu visión de la vida. Una auténtica maravilla de la naturaleza que deja al hombre en su sitio, y que da que pensar sobre la futilidad y la debilidad de las fronteras inventadas por el ser humano. Y ya por último la llegada a Paraguay viene marcada por la imagen del país, pobreza, cierta sensación de peligro por la noche, pero nos quedan dos días para indagar un poco más en la capital, Asunción.

Estas son mis primeras reflexiones generales tras los primeros días de viaje, que ampliaré en sus respectivos posts. Hasta ahora está siendo una etapa de auto aprendizaje, de equivocaciones, de primeros pasos, de reflexiones y de pensamientos menos mundanos. Con alegrías, con esperanzas, con cine, que no se me olvida. Y es que la imagen de Tony Leung frente a las cataratas en Happy Together tiene bastante de esto. Eso y que en unos días me espera el Festival de Cine de Mar del Plata, mi bautismo como acreditado en un Festival de Clase A y en el que espero estar a la altura de las circunstancias.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Hasta la vista, Sao Paulo

A pesar de mi voluntad me será difícil mantener un ritmo constante de actualizaciones por varias causas, siendo la principal de ellas el mal acceso a Internet. Así ocurrió, de hecho, en el albergue de Río en el que fue imposible subir ni una mísera foto al servidor. Pero bueno, este viaje es para relajarse no para enfadarse ni ponerse nervioso.

Avenida Paulista

Hoy hablaré del último día en Sao Paulo y el viaje a Río, que ocupará el siguiente mensaje, hasta la salida hacia Iguazú, a la que he llegado justo hoy. Un día en el que también me he enterado de que he sido acreditado para el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, todo un orgullo y un privilegio. Así que del 16 al 24 de noviembre la agenda estará repleta de buen cine, y podré explorar esa parte de Argentina, a la que dedicaré bastantes jornadas del viaje.

Avenida Paulista de nuevo

Si en la anterior entrada me quedaba al terminar de comprar el billete de bus para Río, aquí retomamos por la mañana del día siguiente. Levantado temprano mi primera visita fue a una gran librería, la Livreria Cultura, donde busqué infructuosamente varias películas brasileñas en DVD o Blu-ray, ya que casi todas las interesantes estaban descatalogadas. También decir que sorprendentemente no hay mucha variedad de cine autóctono en las tiendas, a pesar de su alto nivel de producción. Algo decepcionante pero bueno, quizás de igual manera que en otros países el auge del DVD ya pasó. 

Banderas de los equipos de fútbol brasileños

Por ahí andan Pelé y un toro bravo para el Mundial de España

Cambiando de tercio me dirigí al Museo del Fútbol, en el que como en otros museos no permitían hacer fotos, lo que no me impidió tomar alguna furtivamente con el móvil. El museo no deja de ser interesante para un aficionado al fútbol pero decepcionante por su nombre ya que es un museo del fútbol brasileño con, tan solo, datos sobre los mundiales disputados y ya está. Eso sí, en la tienda se pueden comprar camisetas del FC Barcelona, Real Madrid, Manchester, Milán, etc... Volviendo al museo si que es didáctico e interactivo, con multitud de vídeos, datos sobre los equipos de fútbol brasileño, e incluso un apartado dedicado a la vida en aquellos años que se popularizó el balompie en Brasil y los fútbolistas se codeaban con escritores, artistas y demás gente de cierta élite. Y Pelé te da la bienvenida en un panel en movimiento en portugués, castellano e inglés.

Jardín Oriental en Liberdade

Placa en homenaje a los promotores del Barrio Oriental

La siguiente parada era Liberdade, también designado como el barrio asiático de Sao Paulo. Y es que la mayoría de inmigración japonesa llegada a Brasil se encuentra allí, siendo la comunidad nipona más amplía fuera de Japón. Según los datos también hay amplía representación china, taiwanesa y coreana. Por mi parte debo decir que en el rato que estuve realmente vi mucha más gente con rasgos asiáticos que sin ellos, y es ciertamente un toque exótico en un país ya de por si variado y mezclado étnicamente. Sin duda es recomendable la vista y con más tiempo poder perderse y comer en sus restaurantes y mirar sus puestos. Quizás en otro viaje con más tiempo me dedique a explorar Sao Paulo e incluso Río, ambas fascinantes ciudades. 

Señor que me pidió hacerle una foto al pasar en la Av. Paulista

Pero antes de divagar y pensar en el futuro nos centramos en el presente, y tras terminar este tour me dirigí al albergue a reencontrarme con los compañeros y a ir cerrando nuestro periplo por tierras paulistas. Tras una última vuelta para comprar un cable para el ordenador de Joan, cenamos, preparamos nuestros enseres y nos encaminamos a la estación de autobuses. Una vez allí nos sorprendió un mexicano al exclamar "se nota que sois españoles", por nuestra manera de hablar y, lo que más nos sorprendió es que comenzó a hablar catalán, producto de su año y medio estudiando en la Universidad de Barcelona, ciudad que confesó echar de menos. Una interesante y divertida anécdota que nos sirvió para cerrar este periplo. Después de ello un viaje de unas seis horas en autobús directos a Río de Janeiro, donde nos esperaba el Cristo Redentor de Corcovado y otras cosas de las que hablaremos en la próxima entrega.

Datos de interés:

Museu do Futebol (Museo del fútbol)
Metro línea 2 (verde) parada Clínicas
Una vez bajado se va hacia la calle Itajobi. Luego tomar la calle de la derecha Capivari y, cuando esta acaba, subir por Itápolis hasta llegar. Todo esto son unos 15-20 minutos desde el metro.

Liberdade (Barrio asiático)
Metro línea 1 (azul) parada Liberdade

sábado, 2 de noviembre de 2013

El comienzo

Pues ya estoy en pleno viaje, llegado ayer a Sao Paulo. Hasta ahora, en día y medio puedo decir que las afirmaciones de que la ciudad no tiene tanto que ofrecer son ciertas, pero no la considero tan horrible como se dice por ahí. Es cierto que estéticamente es mejorable y que seguro otras urbes brasileñas son mucho mejores, no lo dudo. Pero las comparaciones son siempre odiosas, y como cada cual tiene su opinión, pues ahí queda eso. A partir de pasado mañana ya podré compararla con Rio de Janeiro.

El avión llegó ayer directo desde Barcelona a Sao Paulo, en un vuelo bastante correcto, con ligeras turbulencias, siendo curioso que las peores fueran cuando sobrevolamos Madrid, más o menos. Una vez pasadas las casi once horas de rigor el avión de Singapore Airlines llegó a tierra, y tocaba pasar el preceptivo control de pasaportes, ante la marida aviesa de la agente de la policía federal (como su homólogo de España, por cierto). No puedo hablar de todos los casos, desde luego, pero a las tres personas que hacemos el viaje juntos nos sellaron el pasaporte, sin mirarnos ni reservas de hotel, ni billete de salida, ni nada de nada. Ni una sola pregunta ni ningún comentario.

¡Por fin ya en Brasil!

La llegada fue cerca de las 17 de la tarde hora brasileña, así que entre recoger las mochilas, cambiar algo de dinero (como en todos los aeropuertos el timo estaba garantizado) y tomar algo, llegamos al hotel sobre las 20, atasco incluido. Cosa que por aquí se ve que es muy común y se dice que se están poniendo de moda los helicópteros taxi, sin duda un  nuevo concepto de transporte en una ciudad tan congestionada como esta. Después del preceptivo check-in, tocaba ir a comer algo y al ser el primer día pues tocaba comer en lo que estaba abierto. El tirar de supermercado a partir del día 2.

A pesar del colorido no es lo que pensáis, sino un hospital

Hablando del segundo día, nos levantamos temprano, y de camino a la Torre del Banespa (Banco del Estado de Sao Paulo, ahora propiedad del Santander, omnipresente en Sao Paulo), o Edificio Altino Arantes, construido en 1947 y que durante 9 años fue el edificio más alto de América Latina (y el segundo del mundo). La subida a su mirador es gratuita y espectacular aunque para alguien que sufre vértigo como yo no es muy recomendable. 

 
 Las espectaculares vistas desde el mirador de la Torre Banespa

Una vez bajados y tras la ardua tarea de intentar cambiar dinero en Sao Paulo (ahora ya sin tanto timo), el siguiente destino era el grandioso Parque de Ibirapuera, con su obelisco y lagos fantásticos, el pulmón verde de la ciudad, y donde comimos un pequeño snack para recuperar fuerzas a esas horas del mediodía. Continúo el tour por el parque y de nuevo a la carretera (al metro más bien), con destino ahora la Estación de Autobuses de Tietê, la más grande de América Latina y segunda más grande del mundo tras la de Nueva York, una verdadera y mastodóntica edificación que da servicio a casi toda Brasil y a varios países latinoamericanos.  Allí compramos el billete de tren hacia Rio de Janeiro para salir la noche siguiente. Nuestra primer movimiento tras la llegada al segundo destino del viaje.

¿La cola para El Hobbit?. No, para comprar un billete de metro.

De ahí ya al albergue, previo paso por el super para comprar algo de cenar, y a descansar para el día siguiente, ya nuestro último día en tierras paulistas. Por ahora no hay referencias cinéfilas, pero todo se andará...

Hasta las bocas de incendio tienen una sonrisa en Sao Paulo

Datos de interés:

Barcelona - Sao Paulo (vuelo directo con Singapore Airlines)
Salida 9:00 (hora española), llegada 17:10 (hora brasileña), tres horas menos en horario de invierno.
Salió un poco más tarde de las 9 y llego unos 20 minutos antes de las 17 en realidad.

Lime Time Hostels Rúa 13 de maio 1552 - Bela Vista, Sao Paulo
35 reales brasileños noche (11,5 euros + o -)
Metro línea 1 (azul), parada Vergueiro o línea 2 (verde) parada Brigadeiro
Billete sencillo 3 reales brasileños

Edificio Altino Arantes (Torre del Banespa)
Metro línea 1 (azul) parada Sao Bento

Parque de Iparabura
Metro línea 2 (verde) parada Brigadeiro
No sé si hay un sitio más cercano porque nosotros fuimos andando desde aquí, un buen trecho pero interesante.
 
Estación de autobuses Tietê
Metro línea 1 (azul) parada Portuguesa-Tietê