martes, 12 de noviembre de 2013

Adiós a la próxima ciudad olímpica

 
Maracaná, uno de los templos mundiales del fútbol

 Viajar a Río y no ver Maracaná, al menos por fuera, podría llegar a ser considerado pecado, aunque le guste o no el fútbol a la persona que lo visita. Considerado uno de los grandes templos del deporte rey del planeta, fue construido para alcanzar la gloria en el Mundial que organizo Brasil, pero como suele pasar en esas amargas ocasiones perdió la final con la selección uruguaya en lo que se llamó "El Maracanazo", una ofensa que continua hasta nuestros días, a pesar de haber ganado cinco campeonatos. El año que viene tendrán la oportunidad de resarcirse ya que vuelven a organizar una cita mundialista. Pero volviendo a la visita, desgraciadamente solo pudimos ver el estadio por fuera, ya que se encontraba en plena obra, como todo Río realmente y que añade un toque al caos viario y estructural que recorre la ciudad.

Favelas enfrente de Maracaná, contraste entre dos mundos

Enfrente del imponente estadio y en otro de los contrastes que se acostumbran a vivir en las grandes urbes, y especialmente en Río nos encontramos una de tantas favelas, símbolos en el imaginario popular de barrios marginales de escasos recursos y gran delincuencia. Terrenos poco propicios para los visitantes, salvo en algún tour contratado y desde luego ajenos a los grandes focos de violencia urbana, vetados para los mismos. Precisamente el día que llegamos a Río en las noticias se comentaba el asesinato de una madre delante de su hija en la célebre "Ciudad de Dios", famosa por la película homónima y una de las más peligrosas de la ciudad carioca. 

Paseo de Copacabana

Tras haber terminado la visita, tocaba comprar el billete de autobús para salir hacia Foz do Iguacú, un viaje de casi 24 horas en autobús que nos llevaría a las ansiadas cataratas. Pero antes de ello encontrar el autobús para la estación fue caótico de nuevo, exasperante y aburrido. Nadie sabe exactamente que bus hay que coger, las lineas confluyen sin orden y al más puro estilo bananero. Puede que parezca duro pero si fuera por el orden no deberían darle los Juegos Olímpicos a Brasil puesto que seguro que hay otras urbes latinoamericanas mejor preparadas hoy por hoy. Deseo y espero que de aquí a tres años la cosa cambie mucho para garantizar el éxito de la cita olímpica.

Playa de Ipanema

El final del día, y de paso el final también de la estancia en Río fue visitar con tranquilidad las dos playas famosas ya no en Brasil o América, sino en el Mundo entero. Me refiero, claro está, a las de los barrios de Copacabana e Ipanema, dos bellezas para un amante de las playas. Lugares donde el tiempo se detiene y el disfrute es general. Masajistas, vendedores de cocos, de cualquier cosa, chiringuitos, jugadores de volleyball o futvolley, bañistas, gente tomando el sol, surfistas... de todo un poco en un microcosmos que se camina durante un buen rato pero que no cansa, con tanta variedad que hasta acabamos encontrándonos con una Escuela de fútbol brasileña del RCD Espanyol de Barcelona. La división entre ambas se produce por el Fuerte de Copacabana, que desgraciadamente fue imposible de pasar por la presencia de equipos de rescate en un lado y militares en el otro. Cosas que pasan, claro.

Escuela de fútbol del Espanyol en Ipanema

Y así acabó el periplo por Río, corto pero suficiente para hacerse una idea de lo que es. Grandioso pero sin llenarme, aunque si que la serenidad al atardecer de su playa me hizo pensar en un futuro de vuelta en la ciudad y acabar de conocerla, de saborearla y de disfrutarla. Quien sabe, quizás en un futuro cercano vuelva a escribir una crónica de allí, y de cuenta de sus (seguras) mejoras.

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