Sí, es cierto, este blog trata principalmente sobre mi vuelta al mundo, sobre la percepción que tengo sobre él y sobre mi mismo. Y también, porqué no, como una purificación, un viaje no en sentido figurado sino en sentido real pero al mismo tiempo introspectivo. Pero no solo eso, también sobre otra de mis pasiones, el cine, que ha forjado parte de mi carácter y de mi visión de las cosas, y que me ha acompañado por todo el planeta mostrándome lo que ahora puedo ver con mis propios ojos. Este viaje es en parte cinéfilo, por varios motivos. Por un proyecto que espero pueda llevarse a cabo, por mi acreditación en Mar del Plata y por las referencias que encontraré durante el viaje.
Sé que tanto en Sao Paulo como en Río de Janeiro podría haber encontrado muchas de esas referencias, pero no ha sido hasta Iguazú que he encontrado mi "inspiración", sumergido en esas cataratas que quitan el hipo, que te hacen replantear la vida y planteamientos que das por supuestos. Que te dan una percepción diferente, sobre la arrogancia del hombre, sobre lo falsarios o endebles de argumentos, sobre la futilidad de las fronteras, y sobre cualquier cosa que se te ocurra al mirar aquella fuerza de la naturaleza, ese agua corriendo salvaje. Para encontrar esa referencia cinéfila me tuve que sumergir, y nunca mejor dicho, en una película de hace ya dos décadas, aunque parezca mentira. Se trata de Happy Together (春光乍洩), una de las grandes películas de uno de los mejores directores del cine contemporáneo de Hong Kong, y del mundo entero, Wong Kar-Wai. En esta película, y poco antes del epílogo final en Taipéi, uno de los personajes principales interpretado por Tony Leung Chiu-Wai, consigue al fin su objetivo, llegar a las cataratas de Iguazú, y allí enfrente de ellas y empapado, como un servidor por cierto, contempla esa maravilla de la naturaleza, captado todo ello por la magna fotografía de Christopher Doyle.
Contemplar las cataratas por el recorrido no te hace una idea de lo que vas a ver llegado el final. Sinceramente no soy una persona de fácil emoción, o al menos no lo creo, pero lo que sentí al encontrarme frente a frente con las cataratas es difícil de describir con palabras. Una sensación de ser pequeño, efímero, frente a aquello que ha perdurado en el tiempo. Antes de que existieran Brasil y Argentina, antes de que el explorador español Núñez Cabeza de Vaca las encontrará, antes de que los guaraní habitaran el lugar. Ideas te recorren la mente, sobre la historia, sobre la vida, sobre la existencia. La llegada desde Foz do Iguaçu es bastante sencilla, tomando el autobús 120 desde la ciudad hasta el final, todo ello bien indicado y una vez allí los guías te ofrecen diferentes opciones, cada una de ellas pagando aparte. Aunque si lo que quieres son ver las cataratas solo tienes que pagar la entrada, 48,80 reales, y hacer el recorrido a pie, utilizando el autobús interno para llegar hasta la primera pasarela y comenzar el recorrido. Tras terminar el recorrido en el lugar más cercano a las cataratas solo queda salir, puesto que las tiendas y restaurantes son prohibitivos.
Una vez acabamos con las cataratas salimos y nos dirigimos al Parque de las Aves, situado al lado del Parque donde están las cataratas. Parque en el que nos habían dicho que las aves estaban en libertad y se podrían ver y tocar. Nada más lejos de la realidad, ya que aunque hay algunos tramos en el que están sueltas algunas especies es mínimo y bastante cutre. Un fraude, vamos, y para colmo el cocodrilo ni se dignó a aparecer. Los 28 reales que costó fue tirar el dinero en un zoológico encubierto y carente de casi todo interés.
Tucán en el Parque de las Aves
Sobre Foz como ciudad no puedo hablar mucho, ya que salvo la estación y unas pocas calles no vi prácticamente nada durante mi estancia, pero tampoco parecía nada del otro mundo, salvo una pequeña ciudad normal. Me quedé con las ganas de ver la triple frontera desde el lado brasileño debido al consejo del personal del albergue por vivir vecinos poco amistosos en aquella zona. Lo mejor hubiera sido verlas desde el lado argentino pero no pudo ser. Una excusa más para volver algún día a Iguazú, que seguro así será con poco género de duda.
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