sábado, 16 de noviembre de 2013

Asunción, toda una experiencia

 Puente que separa Brasil de Paraguay

Después de acabar el periplo brasileño nos dirigimos hacia Asunción, la capital de Paraguay, y uno de los lugares menos turísticos de Sudamérica. El autobús que nos llevó de Foz, dejando detrás esa maravilla de la naturaleza tenía un trayecto de 5 horas y media, pero no sé por qué llegamos a las 7 horas de viaje. Los trámites, a pesar de tener que bajar del autobús dos veces, fueron bastante rápidos, ya que en el autobús solo viajábamos nosotros y unas mujeres bolivianas. Una vez pasados, voilà, ya estábamos en Paraguay, concretamente en Ciudad del Este, una ciudad de la que no se oyen más que cosas negativas, que si violencia extrema, robos, etc., etc... yo no puedo juzgar nada de eso porque tan solo fuimos de pasada, pero si que al principio se encuentra uno rodeado de muchas tiendas a las que acuden los brasileños a comprar más barato, pero al adentrarse se nota la dejadez, la pobreza y la sensación de inseguridad. Allí nos pasamos un buen rato en la que se describe como una ciudad insegura, y es que la Triple Frontera no parece ser de lo más seguro del mundo.

Guardia de seguridad del autobús revisando los equipajes

Ciudad del Este, ciudad sin ley según se cuenta

Esa sensación de inseguridad se acrecentó cuando el autobús se llenó, pero porque mientras iban subiendo a la entrada se puso un agente de seguridad con pistola, el cual iba revisando todos los equipajes, y ya nos acompañó todo el trayecto hasta nuestro destino final. No era una sensación muy placentera, la verdad. Por un lado estás seguro porque alguien te protege, por el otro lado piensas que si se necesita eso es porque ha habido problemas en el pasado. De todas maneras no me quitó el sueño, que me acompañó casi todo el viaje, y una vez llegamos a Asunción solo quedaba el trayecto hasta la estación, que se hizo largo, eso sí. Allí pude ver la imagen de la pobreza, con niños durmiendo con su madre en los aledaños de un mercado. Ese es el drama de nuestro tiempo, por desgracia en todos los lugares del mundo en mayor o menor medida. Llegados y tras sacar dinero ya nos dirigimos a un taxi y al hostel, donde nos recibieron muy amablemente a pesar de la tardía hora. Un lugar sencillo pero limpio y tras despejarnos un poco decidimos salir a comer algo. En la esquina más allá del hostel la estampa de la prostitución estaba presente y tras sortear a un chico pasado de vueltas que quería quedarse con el mechero de Joan, pudimos acercarnos a un puesto de comida y comprar una hamburguesa.

Calle de Asunción

La sorpresa nos llegó al volver al hostel, puesto que dos policías en evidente estado de embriaguez nos reclamaron nuestros documentos de identidad, que habíamos dejado en el hostel, precisamente por seguridad, y es que los pasaportes son un bien muy cotizado. Tras conseguir que nos dejaran, a pesar de su evidente chulería y prepotencia, y es que quedaba claro que querían sacarnos dinero, pudimos llegar al hostel, y a la mañana siguiente comentarlo con la dueña, quien fue a quejarse a comisaría por la actitud de los mismos. A pesar de leer que Asunción fue elegida 3ª ciudad más segura de Latinoamérica en 2007, o fue en aquella época tan solo, o bien eran números y ya. De todas maneras no tuvimos más problemas y de día no parecía muy peligrosa. Pero ya se sabe que todo es subjetivo muchas veces y depende de lo que le pase a uno.

Mercado Municipal número 4 de Asunción

 Al día siguiente y más tranquilos nos dirigimos al Mercado Municipal número 4 de Asunción, el más grande la ciudad y escenario de la segunda gran referencia cinéfila del viaje, ya que allí se rodó la película 7 cajas, triunfante en el Festival de San Sebastián y que se estrenó hace unos meses en España. El Mercado 4 es un microcosmos, lleno de tiendas de carne, de ropa, de tecnología, principalmente móviles, enorme y del que nosotros solo vimos una pequeña parte, y eso que andamos por allí bastante tiempo. No se notaba inseguro para nada, aunque siempre conviene echarle un vistazo a la cartera y otros enseres en lugares tan concurridos. Allí entre restaurantes algo mugrientos y gente hablando en guaraní (ininteligible para nosotros), los habitantes de tan peculiar zona posaban para que les hiciéramos fotos y cuando saqué la cámara de vídeo me pidieron que la mostrara varias veces. Hubiéramos podido pasar por un equipo de la televisión para ellos, lo que fue tan extraño como divertido.

Panteón

Por la tarde, tras un descanso, salimos por la zona céntrica, donde estaban el Panteón o la Catedral, pero poco destacable ya que, sinceramente, Asunción, podría pasar perfectamente por una ciudad pequeñita o incluso un pueblo, si no fuera capital de Paraguay. Al lado de la sede del gobierno, en otro muestra de los contrastes de la ciudad, se alzaba un barrio de chabolas al que nos acercamos desde arriba e hicimos fotos, hasta que una mujer nos advirtió que saliéramos de allí, lo que no dudamos ni un segundo, a pesar de que cerca había unos policías. Lo mejor cuando te advierten es que te vayas sin pensarlo. Paramos un taxi y para la estación de autobuses a comprar un billete de unas cuantas horas para Buenos Aires. Así acabamos el día tras comer algo y volver al hostel a intentar tener una conexión al menos pasable, un problema que arrastramos casi todo el viaje y que impide actualizar tan a medida como sería deseable.

Barrio Popular, eufemismo utilizado para referirse la extrema pobreza

El día siguiente nuestros bus salía a las 16 de la tarde, por lo que volvimos al Mercado 4 a intentar buscar la manera de reparar el móvil que se me cayó la tarde anterior, pero al ser domingo y jugarse el derbi futbolístico Cerro Porteño-Olimpia a la tarde provocaba que casi todo estuviera cerrado. Al menos pude conseguir un protector de pantalla que disimulaba la pantalla rajada y me aseguraba poder manejar la pantalla táctil. Un mal menor para acabar nuestra estancia en Paraguay, un lugar que no me arrepentí de conocer, sobre todo por su sensación más auténtica, por decirlo de algún modo. Eso sí, hay que armarse de paciencia porque en muchos aspectos parece anclado en los 80 o 90, con lo negativo que ello conlleva.

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