Si en un artículo anterior visitamos el Museo de los crímenes genocidas Tuol Sleng, más conocido como la infame prisión secreta S-21, en esta ocasión nos iremos hasta Choeung
Ek, uno de los aterradores Killing Fields (Campos de la Muerte) en el
que entre 1,7 y 2,5 millones de camboyanos perdieron su vida a mano del
régimen gobernado por Pol Pot entre asesinatos, enfermedades e inanición.
El término Killing Fields fue
acuñado por el periodista Dith Pran al escapar de la Kampuchea
Democrática tras sufrir torturas y la falta de alimentación. La
película de 1984, titulada de igual manera, The Killing Fields (Los
gritos del silencio en España) se basa en esos tenebrosos años del
genocidio camboyano. Como apunte, Haing S. Ngor, el actor que
interpretó a Pran en la película y que consiguió el Oscar por ese papel,
también fue prisionero de los Jemeres rojos.
Tras sufrir las torturas en el S-21 los prisioneros eran trasladados a estos campos para ser ejecutados,
siendo el más importante de ellos Choeung Ek, situado a unos 17
kilómetros al sur de Phnom Penh [1] y convertido ahora en un Memorial
para honrar a las víctimas. Llegar a Choeung Ek es sencillo cogiendo los
consabidos tuk tuk y no es difícil llegar a un acuerdo para que el
trayecto de ida y vuelta y el tiempo de espera del conductor salga
económico. Una vez allí hay que pagar una entrada de 6 dólares estadounidenses con audioguía incluida y en este caso concreto es muy interesante pues va detallando paso a paso los lugares de manera muy concreta y con testimonios. Uno de los idiomas disponibles en esta audioguía es el castellano.
Al entrar en el complejo y tras unos breves pasos, nos encontraremos con una
estupa budista que corona el lugar. En esta estupa se conservan cinco
mil cráneos de víctimas que los visitantes pueden observar directamente a
través de los cristales. También se encuentran expuestos
objetos utilizados para los asesinatos como hachas o azadas. Continuando
con la visita y si atendemos a la secuencia descrita en la audioguía veremos
un sinfín de fosas comunes y estructuras con carteles explicativos de
los huesos y fragmentos que se encontraron en cada lugar. Cuesta
creer mientras caen algunas lágrimas que en un lugar tan verde y lleno
de naturaleza el ser humano pudiera cometer tanta brutalidad y
violencia.
Para terminar, en Choeung Ek podemos entrar a los
pequeños museos en los que veremos fotografías y ropas tanto de los
Jemeres rojos como de sus víctimas así como de nuevo cráneos y restos en
un eterno recordatorio de uno de los mayores genocidios de la historia
reciente.
[1] Nom Pen, según señala la “Ortografía de la lengua española, 2010,
pág. 722”. He optado por dejarlo con el original Phnom Penh por mi
costumbre personal y por ser la más reconocida a nivel general.