viernes, 20 de diciembre de 2013

Buenos Aires 1ª parte: entre América y Europa




 


 

Celebrando que ayer llegué a Buenos Aires por cuarta vez en un mes y poco, vuelvo la vista hacia atrás y escribo mi post pendiente sobre la capital argentina. Curiosamente he entrado en la capital argentina por bus (2 veces), ferry (1 vez) y avión (otra más). Ahora pasaré una buena y larga temporada sin volver a pasarme por esa gran y caótica ciudad, como casi todas las capitales, al menos de un cierto tamaño e importancia. Pero antes de continuar nos pondremos en situación:




 

La primera vez que arribé a Buenos Aires fue de Asunción, en uno de esos típicos y ya agobiantes viajes de más de 20 horas en autobús, y que la falta de planificación tradujo en un gasto inútil por problemas que no vienen al caso y que mejor no recordar. Lo primero fue pasar la frontera de Paraguay a Argentina, y allí llegaba lo caótico ya que en el lado paraguayo nos obligaron a sacar todo el equipaje que teníamos y llevarlo a mano hasta pasar la "frontera". Una vez allí volverlo a poner todo en el autobús con un par de militares argentinos y sus metralletas y chalecos antibalas como máximo exponente. Surrealista y un tanto cómica la situación. De nuevo en el bus seguimos el viaje ya sin parar encontrando la que sería la estampa típica en los viajes terrestres por Argentina, muchas llanuras o pastos con animales campando a sus anchas y alguna población en medio, aunque en muchos tramos ni siquiera había luces en la carretera.




 

Por la mañana llegamos a la capital, tras pasar por delante del estadio de fútbol de River Plate, el llamado Monumental. Una vez en la estación de bus tocaba tomar el metro, llamado subte aquí, camino al hostel. La primera impresión al ver Buenos Aires es el carácter europeo de la ciudad en un modo estético, su arquitectura, o su aroma cultural, con teatros, cines y librerías por doquier. Tras hacer el check in y descansar un rato decidí ir a hacer una ruta cultural. Y así fue, llegando hasta la popular librería El Ateneo, inaugurado en 1919 y elegido por The Guardian como la segunda librería más hermosa del mundo. Y a fe que debe ser una de las más bonitas, con varias plantas en las que te puedes perder durante horas, y una cafetería en la que poder degustar una buena bebida y un buen libro. Allí pasé un buen rato aunque salí sin comprar nada, salvo unos encargos que me habían hecho desde España, y es que hay que controlarse en un viaje de esta índole. Luego tocó volver al albergue pero dando una pequeña vuelta que nos llevó al Congreso, un edificio espectacular donde se aloja esa especie difícil de catalogar; el político.





martes, 17 de diciembre de 2013

7 horas: 22 minutos


 
Dejamos momentáneamente El Calafate para recalar en la capital nacional argentina del trekking, El Chaltén, un pueblo creado en 1985, y por lo tanto muy joven, para poblar la zona con ciertas disputas con Chile. Lo de siempre, vamos, poner mi banderita por ahí. Actualmente la población es de unas 1200 personas fijas, más todo el gentío que se acerca para nadar, escalar o dar vueltas por la zona. En nuestro caso la intención era hacer senderismo, o sea caminar, (trekking si eres anglosajón o cool), lo que a fe hicimos. Pero para ponernos en situación, tomamos un bus en El Calafate por 200 pesos (más 5 de uso de terminal, manos arriba), que las 3 horas y algo, incluyendo la charla de un guardia del parque explicando lo que se puede o no y lo que se debe o no hacer mientras se está en la montaña.



El primer día no había mucho que hacer, así que nos acercamos al Chorrillo del Salto, un chorro en todo regla a pesar del nombre, y al que se llega fácil en una caminata de unos cuarenta minutos en los que se puede empezar a intuir la belleza de los paisajes de esta tierra aún cuidada pero explotada de manera masiva y, personalmente, creo que inadecuada por la cantidad de gente, y los modales de algunos. Quizás los que menos, pero igualmente provocan problemas al medio ambiente. Digamos que es lo que pasa cuando se pone algo de moda, incluso entre gente que en su vida ha andado ni para comprar el periódico (cuando se compraba en quioscos, claro).






Pero lo fuerte estaba por llegar, y era el día siguiente, intentar recorrer la distancia de El Chaltén a Laguna de los tres, con un principio potente, un camino medio más ligero y un desnivel de 700 final espectacularmente duro. Los tres empezamos al mismo tiempo pero acabamos separados pronto. Por mi parte, poco acostumbrado a las caminatas montañeras, me costó aclimatarme a las condiciones adversas, sobre todo a las subidas que pusieron a prueba mi resistencia física, aunque debo decir que al cumplir más o menos la media entre subida y bajada estoy bastante orgulloso de mi resistencia a pesar de mi inactividad. Al final eso sí, debido al fortísimo viento opté por no subir a la cima y perderme la maravillosa vista por una cuestión de seguridad, y es que la gente que subía advertía del peligro, lo que impele a quejarme por la pasividad del gobierno dejando a cualquier persona subir alegremente sin avisarle, y tan solo un cartel de peligro justo antes de la última y mortal subida. Insuficiente a todas luces. En cuanto al paisaje es fascinante, recordándome en todo momento a las localizaciones neozelandesas de El Señor de los Anillos, y que son sin duda de lo mejor de Argentina. Mención aparte merece el impresionante Monte Fitz Roy, sin duda una maravilla de la naturaleza.






La bajada, por contra, la hice de un tirón y pese a quedarme sin rodillas no me sentí tan destrozado como pensaba. Tras una ducha relajante tocaba cenar algo y a descansar. El día después tocaba volver a El Calafate, después de comprar el billete de vuelta (170 pesos+5 de uso de terminal otra vez), y tocar un empleado de Taqsa Marga, que soltó lindezas como que los catalanes le molestan solo por existir o decir a la cola que quería comprar su billete que no le hincharan las pelotas porque necesitaba su mate (adicto claro está). Pero bueno, la empresa tiene en su poder mi queja que se verá refrendada por la queja a los organismo oficiales correspondientes. Un ser despreciable y penoso. Que lástima.

sábado, 14 de diciembre de 2013

Perito Moreno On the rocks

 

 

Segundo avión del viaje, en este caso la ruta Ushuaia-El Calafate con Aerolíneas Argentinas. Un avión que salía a las 13:35, y lo hizo 4 minutos antes, y que tardaba hora y media en llegar, y tardó 70 minutos. Bueno, no está mal, para una ruta que duraba unas 15 horas en bus (más el tiempo de espera entre los dos que teníamos que tomar). Otra de las ventajas fue el precio de unos 115 euros, frente a los 80-90 de los buses. Tomando el viaje como referencia pues no fue bastante movido, aunque siempre hay algunas de mis "queridas" turbulencias cuando me subo en un avión. Lógico en este caso por las fuertes presiones y vientos.


 

De llegada a El Calafate la típica disyuntiva, autobús (60 pesos) o taxi (180). Pero en este caso al ir tres ya nos salió a cuenta pagando lo mismo y yendo más tranquilos y hasta la puerta del hostel. Una vez acomodados nos dirigimos a buscar un tour para ver el Perito Moreno. Eso o tomar nosotros mismos los buses (colectivos) hasta allí y comprar la entrada (130 pesos) o alquilar un coche. Al final decidimos tomar una ruta alternativa que nos ofreció el hostel por 299 pesos (sí, como en las tiendas para que no parezca que pagas 300), con parada y caminata incluida. Eso sí, los 130 pesos de la entrada al Parque Nacional hay que pagarlos sí o sí. Para terminar la tarde, comprar algo de comer ya que no estaba incluido el desayuno, y para comer en el Perito, que tampoco estaba incluido en los 300... perdón, 299.

¡Compañía del Anillo, nos atacan los Uruk-hai!

El "cubito" de fondo



Toque de sirena a las 7:00 de la mañana asearse, comer algo y esperar al bus. Una vez dentro y con la compañía de otro par de alojadas en nuestro mismo hostel a recoger gente de otros, y a emprender la ruta por la carretera vieja, que así iba este tour alternativo. Durante el trayecto hicimos paradas en un par de lugares, viendo las enormes estancias (granjas de toda la vida, vamos, pero de potentados) y admirando la extraordinaria naturaleza argentina de esta zona. Una parada en un pequeño bar restaurante en la montaña para que atracaran un poco. Y es que con los precios en Argentina hoy en día hay que tener cuidado. Luego de vuelta al bus y comenzaba la visita, primero con un rato andando por las cercanías del Perito, en cierto inhóspito paraje para muchos de los turistas, aventuras en el barro incluidas y que recordaba a los parajes neozelandeses de El Señor de los Anillos. Pero sobrevividos al fin y al cabo, acabamos en la entrada a las pasarelas del Perito Moreno. ¿Y que decir de él?. De igual manera que las Cataratas de Iguazú, es de otro mundo. Una maravilla que lleva desde el principio de los tiempos pero que es muy difícil de describir con palabras. Es cierto que personalmente me quedo con las cataratas, por una simple posición personal. Pero estar frente a frente con ese "cubito de hielo" gigante deja sin palabras, y solo queda mirarlo. Aunque no pude captar ninguna rotura importante con la cámara de vídeo, si que pude con algunas pequeñas que editaré y colgaré más adelante. 




Tras unas tres horas observando al gigante tocaba volver a subir al autobús y volver a El Calafate para descansar y emprender viaje a El Chaltén, capital nacional del trekking y reventar un poco mis piernas. Pero eso en la próxima...

miércoles, 11 de diciembre de 2013

En el fin del mundo




Si algo distingue a Argentina, además de todo lo que tiene, es su tamaño. Un país de un tamaño considerable y de gran distancia entre uno y otro punto del mismo. Con las infraestructuras ferroviarias en muy mal momento, para viajar hay prácticamente dos opciones, el autobús y el avión. En el primer caso el precio es mucho más económico, pero a riesgo de pasar muchas horas. Y en el segundo el precio es más caro, pero la comodidad es un factor a su favor. Nosotros para salir de Puerto Madryn elegimos la primera opción, puesto que el precio se disparaba optando por el avión. Así que nos dispusimos a tomar dos autobuses, uno que nos llevaría hasta Río Gallegos, y el otro desde allí hacia Ushuaia, nuestro destino del fin del mundo. Al final de las 30 horas previstas de trayecto (más 2 de espera en la estación), nos pasamos y llegamos a las 33, por culpa de los trámites en la frontera con Chile. Y es que hay que entrar y salir de Chile para llegar a Ushuaia, lo que es un auténtico aburrimiento y otra nueva muestra de lo endeble del concepto de las fronteras y de las naciones.




Ciñéndonos a los trámites, en la frontera estuvimos 1 hora y 3 cuartos, algo inadmisible. ¿Tanto tiempo se necesita para sellar pasaportes por mucha gente que hubiera?. Y el colmo fue hacernos bajar del autobús para pasar por un escáner, mientras parte del pasaje estaba en la calle tras la lluvia y ningún funcionario se dignaba a venir. Muy indignánte fue ese momento del viaje, que fue todo lo contrario en el momento de salir del país, todo mucho más rápido y los trámites sin tanta pega. ¿Para qué tanta pantomima si solo estábamos de tránsito?. Si la primera parte del viaje, hasta Río Gallegos fue la típica ruta argentina, la segunda fue más aventurera, por caminos de piedra en los que solo pasaba un vehiculo, obras, terreno más árido aún, y al final camino montañoso hasta llegar a Ushuaia, el fin del viaje y el fin del mundo... más o menos. Como siempre hay que matizar, no es la población más austral, pero hay que vender.

El último faro del mundo (que no lo es)

 
No, no es El señor de los anillos

 
Y no, no es Perdidos

 De todas maneras, Ushuaia como concepto y como lugar no tiene nada que ver con el resto de Argentina. No me decepcionó como si lo hicieron otros lugares. Su belleza, su estructura, la diferencia de sus parajes, la cercanía a la Antartida, solo 1000 kms., hacen de ella algo especial. Un lugar en el que sentirse vivo, respirar un aire puro, ver como anochece pasadas las diez de la noche. Su costa, su mar, su historia, el ambiente más sano que se nota. Eso sí, aparte de las maravillas naturales y la belleza de la propia ciudad con sus pendientes, creo que no se le saca todo el partido que se podría. Pero ese es otro tema que no toca tratar ahora. Llegados por la tarde noche, ya no había tiempo de hacer muchas cosas allí, por lo que nos preparamos para tener el día siguiente movido. A primera hora fuimos a contratar un tour que nos llevara al último faro del mundo (que tampoco es así, hay otro más abajo, pero no se puede visitar), nos enseñara de nuevo los sempiternos leones marinos, pájaros y desembarco en una isla con didáctica experiencia pero aburrida sobre indígenas que vivían hasta que llegaron los europeos. El tour, todo hay que decirlo, pese a algunas carencias fue entretenido sobre todo por la amabilidad de la tripulación, especialmente el capitán, y momentos de diversión con un grupo de hinchas de Chacarita, que lo pasaron de miedo.



 


Pero antes de aquello por la mañana nos dirigimos al Museo del Presidio. Un museo que como su nombre indica estaba dedicado, entre otras cosas, a recordar el penal que hubo en Ushuaia y al que se mandaban a los criminales más peligrosos a imagen de Australia, en una especie de destierro a ese inhóspito paraje, alejado de la metrópolis. El penal fue cerrado en 1947 y desde entonces se ha creado en las distintas galerías varios museos, excepto en la 5, cerrada, y en la 1, que continua igual que en aquella época. Y el ambiente es tétrico, lúgubre y triste. Pero al mismo tiempo es instructivo
 y permite reflexionar sobre la utilidad de los centros penitenciarios o de reinserción. Multitud de historias encierran esas paredes. En otro orden de cosas, la obsesión de Argentina con respecto a las Islas Malvinas es notoria. En las paredes había fotos de las islas con todo absolutamente todo en inglés mientras abajo rezaba Malvinas Argentinas. No juzgo si son o no son, han sido o fueron argentinas o de quien fuera, no es mi cometido. Pero lo que queda claro es que hoy por hoy, y probablemente por siempre sean británicas. Creo que, igual que en el caso de Gibraltar, hay que pasar página. Aunque los réditos nacionalistas siempre suman adeptos a las causas.



El último día completo en Ushuaia nos quedamos en la ciudad, por el mal tiempo. A la mañana llovió lo que nos frenó de ir al Parque Nacional. Eso y el precio, y es que Argentina como ya he dicho en otras ocasiones se está volviendo un lugar prohibitivo. No solo es que haya que pagar por todo, es que los precios han subido en los últimos dos años, en algunos casos un 60%. Ese último día aproveché para comprar una mochila de día más grande, ya que la que llevaba se me había quedado pequeña. O más bien ya la había llevado pequeña, un gran error por mi parte. Por la noche hicimos un asado en el hostel con otros tres españoles que encontramos alojados allí y un argentino, con el que pasamos los momentos más divertidos de la noche. Un hombre que hacía bromas sin reírse, al más puro estilo Eugenio. Y para rematar encontrarnos con Pierre Paul Cayer, un canadiense de Quebec, que a sus 68 años terminaba, tras 2 años, 3 meses, 1 semana y 1 día, la ruta que había realizado caminando desde Alaska hasta Ushuaia. Todo un logro de un hombre que tenía la intención de seguir recorriendo mundo con sus piernas. Todo un ejemplo y todo un señor.