lunes, 17 de marzo de 2014

El Salar de Uyuni: un paráiso en la Tierra


 


Tocaba madrugar, y mucho, para poder ver una de las maravillas del mundo, el Salar de Uyuni, un lugar absolutamente mágico y puro. Un lugar en el que el tiempo no existe, sin cobertura de móvil, sin internet, sin coches (salvo los que recorren el camino con los tours), sin edificios, sin prisas. Estar allí unas horas es como quedar suspendido en el tiempo en esa inmensidad espectacular.





Lo primero que hicimos fue ver el amanecer, un momento también mágico en un lugar en el que te sientes tan pequeño como en las Cataratas de Iguazú, y en el que te sientes afortunado de haber podido estar. No sabes que hacer ni que fotos tomar porque no quieres perder ningún detalle. Una experiencia única sin lugar a dudas. En este caso no me extiendo porque como normalmente se dice una imagen vale más que mil palabras... y hay muchas imágenes.

Amor de llama





Ya con el amanecer terminado nos dirigimos a la Isla Incahuasi, una isla en medio del salar, llena de cactus y con una vista maravillosa. Un lugar en el que el buen ojo de Tarsem rodó parte de su película The Fall: el sueño de Alexandria. la pericia visual del director tuvo como aliado el maravilloso paisaje que ya de por si luce en cualquier pantalla... y retina por supuesto. Al lado de la Isla Incahuasi había bloques de sal con los que la gente escribe nombres, lugares o hace muñecos de sal. Todo al servicio de la imaginación. 



Que gran verdad


De nuevo en camino, con un par de paradas, una en una pequeña islita en la que la gente va dejando las banderas de su país, más o menos, y la otra para comer en un pequeño pueblo en el que se vendía ropa u objetos de regalo, pero con precios, como es habitual, más inflados que en las propias ciudades. De allí solo quedaba parar en un cementerio de ferrocarriles que a modo de museo al aire libre mantiene las locomotoras, y que extrañamente siguen ahí, suponiendo que su estructura vale algo de dinero. Ya quedaba ir al pueblo de Uyuni, conectarse a Internet y felicitar la nochebuena a la familia y amigos más allegados. Luego esperar a que se hiciera de noche y coger un autobús hasta La Paz, un viaje de muchas horas que se convirtió en toda una odisea por el cochambroso estado del autobús. Una manera original y anecdótica de pasar la nochebuena.

Y como bonus una carrera muy especial en el Salar:

 

jueves, 13 de marzo de 2014

De camino al Salar de Uyuni

Sin duda antes de comenzar este viaje que me está llevando alrededor del mundo, el Salar de Uyuni era uno de los destinos estrella por las referencias que tenía. Es cierto que había varios por delante, y que la mayoría me ha sido imposible visitar, por motivos económicos principalmente. Pero eso no quita para que Uyuni sea una maravilla y de lo mejor mismo.


Como en otro avisé en otro post, la única manera de poder hacer este viaje es con un tour organizado por una de las compañías que tienen su base en San Pedro de Atacama. Hay varias opciones, de 2 días y 1 noche o de 3 días y 2 noches. Puede que haya alguna más rápida también pero la que me interesaba era la más larga con tiempo para poder verlo todo. Y así por la mañana empezó el viaje, primero a la parada en la aduana chilena, en el propio pueblo y luego en la boliviana, ya en una buena altitud. Y es que al final llegué a los 5000 metros en el refugio en el que pasamos la primera noche. Los tour tienen capacidad para seis personas más el conductor, y en el mío íbamos cinco, lo que redundaba en más comodidad. Y menos mal porque entre las mochilas de más hubiera sido caótico. O más de lo que fue.


Una vez pasados los trámites en la frontera cambiamos de vehículo y de conductor. Ahora nos acompañaría todo el viaje el mismo hombre, Leo, un boliviano de idioma quechua, como casi todos los habitantes de la zona. Un hombre simpático y agradable que nos llevó y explico todo de la mejor manera posible, y que además demostró ser un compañero bueno. Pero eso lo contaré más adelante. Podría parecer que es un destino poco transitado, pero al contrario, estaba lleno de gente lo que provocó un pequeño retraso a la hora de sellar. Como siempre y parece que me quejo por vicio, estaba lleno de gente y gente que no es santo de mi devoción. Y explicaré por qué, puesto que en los viaje mucha gente piensa estar en su casa, no respeta los lugares, no respeta las costumbres y no respeta a la gente del lugar. Desde luego que no era todo el mundo ni mucho menos, pero si que ese tipo de gente destaca negativamente. Suele pasar también que el etnocentrismo que destilamos los países del llamado primer mundo es ciertamente notorio. Eso y la endogamia que tampoco es moco de pavo. En fin, cosas de la vida.


 

 


Las primeras paradas tras pasar por el preceptivo control de entrada a la reserva, en el que hay que abonar una tasa, fueron la Laguna Blanca y la Laguna Verde. Todas unas maravillas que nos adentraban poco a poco en ese lugar casi virgen, lejos de toda explotación y que siga así por muchos años, o siglos, o milenios. Después tocaba relax en unas aguas térmicas muy relajantes, las de Polques en la Laguna Chaviri, pese a la aglomeración de gente pareciendo aquello la piscina en verano. Lástima de nuevo, pero es lo que tiene la globalización. Y al lado el primer mercadillo de trueque entre gente de Argentina, Chile y Bolivia dada la proximidad geográfica. Eso sí, que fuera trueque no significaba que no te intentaran sacar un dinero si te acercabas a comprar algo. Está claro que la pela es la pela, de aquí a Lima. Para acabar antes de ir al refugio a comer y dejar el equipaje nos tocaba acercarnos a los Geysers del sol de la mañana, con su olor característico a azufre y el calor que emanaban en ese árido paisaje cercado por el humo.


 

 

Una vez comidos y con todo el equipaje guardado en lo que iba a ser nuestra estancia durante esa noche, nos dirigimos ya a algo más de 5000 metros de altura a la última parada del día, la Laguna Colorada, la más grande del lugar y otra maravilla para los sentidos con sus llamas y su paisaje imponente llamado a relajar. Ya tocaba ir a cenar y descansar pronto porque por la mañana tocaba levantarse temprano, y la no cobertura, el no acceso a internet ni luz siquiera (solo durante unas horas para recargar baterías) no dejaban lugar a muchas actividades.




El día dos amaneció de una manera harto peculiar, con discusiones y gritos. Acto seguido, Leo, el guía y conductor vino para decirnos que un compañero suyo que debía llevar a un grupo hacia Atacama se encontraba "indispuesto", y que si no nos importaba los llevaba y luego volvía. Tras hablar entre nosotros decidimos, pese a nuestra protesta, permitir que hiciera aquello y luego volver a recogernos. El plan era esperar a que se despertara el compañero y nos condujera lo más lejos posible hasta que Leo volviera y nos recogiera por el camino. Y eso pasó, se levantó un rato más tarde entre los vaivenes de la resaca, fue a vomitar y nos pusimos en marcha con cierta dificultad, máxime teniendo en cuenta que tenía miedo de que se cayera del techo del 4x4 al colocar el equipaje pese a que le ayudamos. Una vez en camino nos dirigimos a Laguna Colorada de nuevo, pero esta vez para verla por otro extremo, en una majestuosa vista y coronada por la presencia de varias llamas, alguna de ellas con una poco amigable mirada. Y es que unos extraños ahí en medio no deben ser muy agradables para ellas.






 Aquí tenemos a las llamas pensando: ¡Ya están los guiris estos aquí!

Tras pasar un rato bien largo mirando a los animales o haciendo fotos, volvimos al coche donde el conductor ya se encontraba bastante más espabilado. Tengo que decir que Max se pegó esa gran fiesta la noche anterior porque era su cumpleaños, lo que nos depararía uno de los momentos más divertidos en nuestro siguiente destino, el árbol de piedra. Allí fue donde volvimos a encontrarnos con Leo, que en un tiempo record dejó a los otros pasajeros y se trajo a otros que tenían que estar con su conductor. En ese paraje fuimos testigos de un cumpleaños boliviano cuando se nos acercó otro de los conductores y nos dio un huevo a cada uno de nosotros para estamparselo al cumpleaño. Y a fe que todos los hicimos, algunos con gran virulencia y el pobre Max quedó embadurnado de yemas. Ya con nuestro conductor y tras unos problemas con el coche que nos obligaron a parar dos veces, fuimos al último lago que veríamos y acto seguido a comer en un área de servicio en un hotel-restaurante por ahí perdido. Luego, tras no poder ir a un volcán por el mal tiempo, fuimos directos al hotel de sal donde pasaríamos la noche en ese alojamiento que como su nombre indica, está hecho de sal. Bajo el frío que hacía allí por la noche pudimos dormir pronto para madrugar y ver la puesta de sol ya en el objetivo de la ruta, el Salar de Uyuni.


 
El hombre con resaca y bañado con huevos




miércoles, 5 de marzo de 2014

Buenos Aires 2ª parte: de fútbol y comida

Pendiente tenía la segunda parte de esta crónica de una de las grandes ciudades (con énfasis en grande) de la primera fase del viaje. La fase que durante tres meses me llevó por la América del Sur y la América del Norte. No sería justo no dejar constancia de lo espectacular que es Buenos Aires y lo culturalmente activa, quizás más que nuestras ciudades en los últimos tiempos en los que abrimos McDonalds donde había librerías y que la cultura es enemiga de unos y utilizada por otros. Pero eso no quita la dejadez que se ve en muchas cosas, y que es un mal endémico en Argentina. Porque Buenos Aires podría ser mucho más de lo que es, pero como no soy gestor ni político pues me quejo y ya está. Con esta crónica acaba Argentina, y la próxima ya será la que tocaba, o sea que iremos al Salar de Uyuni.

 El famoso Obelisco de Buenos Aires al fondo

 La avenida más ancha del mundo, la 9 de julio

La 9 de julio con Obelisco al fondo

El tercer día de estancia en Buenos Aires tocaba andar, desde el hostel situado en pleno centro, a muy pocos metros del obelisco hasta el barrio de La Boca, conocido por sus inquietudes culturales y por ser la sede del prestigioso equipo de fútbol Boca Juniors. Para tal ocasión me calcé mi camiseta de fútbol de la selección española, por eso de que había ganado el mundial había que lucirla, y más que hacía calor. La primera parada en el camino fue en el Barrio de San Telmo y concretamente en el Mercado de San Telmo, milenario como marca la entrada. 

 Mercado de San Telmo

 Interior del mercado


Una vez salido de allí había que seguir e ir viendo, pasado un parque como poco a poco se iba haciendo más grande el mítico estadio de Boca, conocido como La Bombonera. Ya dentro decidí hacer un tour organizado explicado por uno de los empleados del club. Algo instructivo, sobre todo la parte en la que nos explicó que los hinchas más radicales están emplazados justo encima del vestuario visitante, para que con sus saltos y dado que el techo del vestuario está preparado para que se note, poner nerviosos al equipo contrario. Toda una muestra de fair play, o juego limpio, como prefieran. ¡Y están orgullosos de estas prácticas!. También destacaría la obsesión enfermiza con Maradona, que no digo que fuera mal jugador por supuesto, pero endiosarlo así no sé, me parece una locura.



Posando con El Pelusa



Acabada la visita, un par de fotos más y a comer, que ya tocaba. Y que mejor que un asado argentino, uno de los más importantes platos de la gastronomía argentina y absolutamente espectacular, para los que gusten de carne, claro. Si no, complicado lo tiene uno para degustarlo. Sin lugar a dudas, de lo mejor de Buenos Aires y si me apuran, de Argentina. Pero lo bueno se acaba y tocaba seguir en marcha y visitar el barrio de La Boca, propiamente dicho, con sus casas de colores, sus poesías en las paredes, sus dibujos de Maradona. Un lugar bonito, diferente, pero como siempre convertido en un lugar para sacar dinero, en este caso plata. Para volver, eso sí, tocaba coger (o tomar aquí) un autobús, para lo que tuvimos que ir hasta la estación puesto que los autobuses olo aceptan monedas, y aquí eso es más difícil conseguir que el qué un diputado haga algo productivo en el Congreso.




Pues sí, la bandera de Corea del Norte, y por más que quise, no pude encontrar la del Sur


Cita reivindicativa



Al día siguiente, a media tarde y para despedir Buenos Aires antes de partir al Festival de Cine de Mar del Plata, tocó visita a Puerto Madero. Lástima que una vez allí no pude ver la Reserva de Animales, pero solo se podía acceder mediante reserva, cosa que no sabía y ya era tarde. Una lástima pues tenía buena pinta. La verdad es que allí lo único que se puede hacer es pasear y sacar fotos, la mayoría de cosas que hay son edificios y la vegetación se puede ver, pero como digo no se podía acceder a probablemente lo mejor de la zona. Lástima que era un día que al final se tornó en feo por algo de frío y deslució la cena con el viento. Una cena por cierto en la que pude degustar por primera vez, y no última, otro de los platos típicos argentinos, el choripan, una auténtica delicia que si echo de menos, en uno de los múltiples chiringuitos del paseo.