domingo, 2 de marzo de 2014

San Pedro de Atacama: De la Tierra a la Luna

AVISO: En breve subiré la segunda parte de Buenos Aires, cronológicamente anterior a esta crónica sobre San Pedro de Atacama. 

Aquí vemos como se "cuida" el equipaje en la aduana chilena
 
Salir de Argentina fue, para mi, un gran alivio. Y dicho esto sin ningún atisbo de menosprecio sino principalmente por un tema económico puesto que en la actualidad y comparando con otras personas que viajaron en los últimos años, la subida ha sido espectacular y la inflación por las nubes. Para irme de El Calafate tuve que tomar un avión hasta Buenos Aires, con un coste de algo más de 200 euros y luego un autobús de unas 20 horas hacia Salta (algo más de 100 euros). Aquel era el punto por el que entrar a Chile, y en concreto a San Pedro de Atacama, en otro viaje pesado que se agravó, otra vez, con las consabidas esperas en la frontera entre los dos países. De nuevo mi más enérgica queja por esta situación, de calado porque tener a todo un autobús esperando de pie con sus maletas en el suelo, mientras los funcionarios burócratas se ríen las gracias unos a otros da una imagen patética y que debe solucionarse en el futuro. Un punto negro.

San Pedro de Atacama


Volcán Licancabur
 
Una vez llegados a San Pedro de Atacama, nos encontramos con un pueblo pequeño y acogedor pero, desgraciadamente, masificado turísticamente en algo que está pasado por toda Sudamérica, y que siento decir esto, le resta encanto. Aunque quien soy yo para decir nada si también estoy viajando por aquí, ¿no?. Volviendo a lo principal, nuestra única parada de Chile lo sería más que nada como punto de acceso al tour del Salar de Uyuni, el cual contratamos por 85.000 pesos chilenos (120 € +o-) en una de las agencias autorizadas por el gobierno. A eso teníamos que añadir 5.000 (7 € +o-) por el tour del día siguiente que haríamos a los valles de la Luna y de la Muerte. San Pedro de Atacama es como un enorme mercadillo de tiendas y hostel que ofrecen tours a estos lugares, así como a otros y al Salar. Un cambalache en el que a momentos te sientes agobiado y perseguido por los vendedores, ya que todos quieren hacer su agosto con las ventas.


Las Tres Marías



El tour contratado, y es una pena tener que contratar tours, pero a veces es necesario por la imposibilidad de hacerlo de otro modo, o simplemente por comodidad, salía a las cuatro de la tarde y duraba hasta más o menos las ocho y media de la noche, ya que el objetivo último era ver la puesta de sol. Una vez dentro de la furgoneta, en total unas 15 personas, y esa es otra de las cosas negativas de los tour, demasiada gente en algunos de ellos. De camino a la entrada del valle veíamos el volcán Licancabur, de 5400 metros de altitud en su parte más alta y parte de su estructura en territorio boliviano. Una vez en dicha entrada, había que pagar la consabida entrada, 2000 pesos chilenos concretamente. Y entonces comenzaba el paseo por allí, concretamente a visitar las Tres Marías, que es el primer lugar al que te llevan, y que se llama así porque las figuras se asemejan a tres vírgenes rezando. Todo ello rodeado de grandes partes salinas, resquicio de cuando todo aquello era mar hace siglos.


 El anfiteatro

La Duna Mayor o Gran Duna

 Vista desde la Duna Mayor

Acto seguido tocaba la visita al Anfiteatro y a la Gran Duna o Duna Mayor. Allí y al calor del sol te encuentras en una vista espectacular y de nuevo empequeñecido, no sé si sintiéndote en la luna o en el Tatooine de La Guerra de las Galaxias, pero con una sensación de que aún quedan lugares sorprendentes en el mundo que visitar. Una sensación muy gratificante, a pesar de saber que no eres el primero en descubrirlo ni lo puedes disfrutar tú solo y durante un largo tiempo. Aún así, un lugar imprescindible que daría mucho juego, cinematográficamente hablando.



Valle de la Muerte (o de Marte)



Después de aquello, había que hacer tiempo en un pasadizo de roca salina de pequeñas dimensiones, para llegar por un camino harto peligroso al Valle de la Muerte, que no se llama así por el peligro, no. Como nos explicó el guía el Valle de la Muerte también se llama el Valle de Marte, y esto es así porque el sacerdote belga que lo bautizó, francóno, lo llamo originalmente de Marte, pero la fonética y la similitud de las palabras Marte y Muerte hizo la confusión. Y supongo que llamarse Valle de la Muerte es más poderoso, aunque pueda inducir a errores, como era el mío hasta que me explicaron la historia, lógicamente. Terminado este Valle, que viendo los grandes riscos si resulta peligroso de narices, quedaba lo último del día, y esa era la puesta de sol vista desde otra parte del Valle. Una puesta de sol espectacular como todo en aquel valle. Otro de los momentos que merece la pena vivir y que queda marcado en nuestra retina. Una breve visita a Atacama, pero sin duda fascinante.

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