Pendiente tenía la segunda parte de esta crónica de una de las grandes ciudades (con énfasis en grande) de la primera fase del viaje. La fase que durante tres meses me llevó por la América del Sur y la América del Norte. No sería justo no dejar constancia de lo espectacular que es Buenos Aires y lo culturalmente activa, quizás más que nuestras ciudades en los últimos tiempos en los que abrimos McDonalds donde había librerías y que la cultura es enemiga de unos y utilizada por otros. Pero eso no quita la dejadez que se ve en muchas cosas, y que es un mal endémico en Argentina. Porque Buenos Aires podría ser mucho más de lo que es, pero como no soy gestor ni político pues me quejo y ya está. Con esta crónica acaba Argentina, y la próxima ya será la que tocaba, o sea que iremos al Salar de Uyuni.
El famoso Obelisco de Buenos Aires al fondo
La avenida más ancha del mundo, la 9 de julio
La 9 de julio con Obelisco al fondo
El tercer día de estancia en Buenos Aires tocaba andar, desde el hostel situado en pleno centro, a muy pocos metros del obelisco hasta el barrio de La Boca, conocido por sus inquietudes culturales y por ser la sede del prestigioso equipo de fútbol Boca Juniors. Para tal ocasión me calcé mi camiseta de fútbol de la selección española, por eso de que había ganado el mundial había que lucirla, y más que hacía calor. La primera parada en el camino fue en el Barrio de San Telmo y concretamente en el Mercado de San Telmo, milenario como marca la entrada.
Mercado de San Telmo
Interior del mercado
Una vez salido de allí había que seguir e ir viendo, pasado un parque como poco a poco se iba haciendo más grande el mítico estadio de Boca, conocido como La Bombonera. Ya dentro decidí hacer un tour organizado explicado por uno de los empleados del club. Algo instructivo, sobre todo la parte en la que nos explicó que los hinchas más radicales están emplazados justo encima del vestuario visitante, para que con sus saltos y dado que el techo del vestuario está preparado para que se note, poner nerviosos al equipo contrario. Toda una muestra de fair play, o juego limpio, como prefieran. ¡Y están orgullosos de estas prácticas!. También destacaría la obsesión enfermiza con Maradona, que no digo que fuera mal jugador por supuesto, pero endiosarlo así no sé, me parece una locura.
Posando con El Pelusa
Acabada la visita, un par de fotos más y a comer, que ya tocaba. Y que mejor que un asado argentino, uno de los más importantes platos de la gastronomía argentina y absolutamente espectacular, para los que gusten de carne, claro. Si no, complicado lo tiene uno para degustarlo. Sin lugar a dudas, de lo mejor de Buenos Aires y si me apuran, de Argentina. Pero lo bueno se acaba y tocaba seguir en marcha y visitar el barrio de La Boca, propiamente dicho, con sus casas de colores, sus poesías en las paredes, sus dibujos de Maradona. Un lugar bonito, diferente, pero como siempre convertido en un lugar para sacar dinero, en este caso plata. Para volver, eso sí, tocaba coger (o tomar aquí) un autobús, para lo que tuvimos que ir hasta la estación puesto que los autobuses olo aceptan monedas, y aquí eso es más difícil conseguir que el qué un diputado haga algo productivo en el Congreso.
Pues sí, la bandera de Corea del Norte, y por más que quise, no pude encontrar la del Sur
Cita reivindicativa
Al día siguiente, a media tarde y para despedir Buenos Aires antes de partir al Festival de Cine de Mar del Plata, tocó visita a Puerto Madero. Lástima que una vez allí no pude ver la Reserva de Animales, pero solo se podía acceder mediante reserva, cosa que no sabía y ya era tarde. Una lástima pues tenía buena pinta. La verdad es que allí lo único que se puede hacer es pasear y sacar fotos, la mayoría de cosas que hay son edificios y la vegetación se puede ver, pero como digo no se podía acceder a probablemente lo mejor de la zona. Lástima que era un día que al final se tornó en feo por algo de frío y deslució la cena con el viento. Una cena por cierto en la que pude degustar por primera vez, y no última, otro de los platos típicos argentinos, el choripan, una auténtica delicia que si echo de menos, en uno de los múltiples chiringuitos del paseo.
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